Unidad I

 
 Unidad I | Grandes culturas del pasado

Prehistoria, Mesopotamia, Egipto, Grecia, Roma.
Renacimiento, Barroco
Neoclasicismo, Romanticismo y Realismo


 Pintura del realismo

Realismo es la denominación de un estilo o movimiento pictórico que se dio en Francia a mediados del siglo XIX, cuyo principal representante es Gustave Courbet. El propio pintor fue quien acuñó el término al dar nombre al pabellón que hizo construir para una provocativa exposición de 1855, alternativa al Salón de París, bajo el título "Realismo". Allí expuso su obra El taller del pintor, considerada el manifiesto del estilo, que provocó un sonoro escándalo en los medios artísticos por su anti-academicismo y su crudeza, que se calificaba de obscenidad. Posteriormente se identificó con el movimiento especialmente a Honoré Daumier, Jean-François Millet y Jules Breton, y a otros pintores (Jean-Louis-Ernest Meissonier, Henri Fantin-Latour, Thomas Couture, Jean-Léon Gerome, etc.) El crítico de arte Jules Champfleury definió teóricamente la estética del movimiento.

Se suelen identificar los principios estéticos del realismo pictórico con los del realismo literario contemporáneo (Honoré de Balzac). El compromiso con las clases bajas y los movimientos políticos de izquierda (en el contexto de la revolución de 1848) marcó la sensibilidad social e ideológica de este grupo de pintores realistas, que conectaría con la vertiente más comprometida socialmente del realismo literario: el naturalismo posterior (Émile Zola).

Estudio del pintor Autor

Gustave Courbet - 1854-55 Museo de Orsay - 359 x 598 cm. Óleo sobre lienzo

Courbet detalló las características del cuadro en carta fechada en diciembre de 1854 y dirigida a su conocido Bruyas: "Tiene treinta figuras de tamaño natural. Es la historia moral y física de un taller. Están todas las personas que me sirven y que participan en mi trabajo. La titularé primera serie, porque espero hacer pasar por mi estudio a toda la sociedad y expresar mis inclinaciones y mis repulsas. Tengo dos meses y medio para terminarlo y, por tanto, será preciso que vaya a París para hacer desnudos, de modo que en total me quedan dos días para cada figura. Usted se da cuenta de que no voy a divertirme... Ahora debería enviarme mi retrato de perfil y su retrato, los dos que he hecho en Montpellier, y la fotografía de la mujer desnuda de la que le he hablado. La pintaré detrás de mi silla y en el centro del cuadro. Después viene el retrato de usted y los retratos de los artistas que tienten ideas realistas". En otra misiva escrita a su amigo Champfleury cuenta todo el proceso de ejecución de la obra y cuáles eran sus intenciones. Cuando Courbet presentó esta obra a la organización de la Exposición Universal de París del año 1855 fue rotundamente rechazada, organizando una exhibición paralela en un barracón frente a los recintos de la muestra oficial, que tuvo un considerable éxito de público y crítica.


 Características Generales 

Durante la segunda mitad del XIX asistimos a cambios importantes en el mundo del arte. El Romanticismo había abierto las puertas hacia una pintura más libre y abierta a nuevos temas. Los cambios sociales derivados de la Revolución Industrial, así como las revoluciones políticas que jalonan gran parte del siglo, influyen poderosamente en los artistas, que se cuestionan su papel dentro de este proceso de transformaciones. La pugna entre academicismo y ruptura marca todo el siglo, en especial el uso que los pintores (verdaderos paradigmas del nuevo "artista") harán del color, la textura y la luz. Ya sabemos que Goya explora nuevos territorios, y que de sus obras derivan muchos de los caminos que encierra el siglo XIX para el arte. La pintura realista, como veremos, no aporta nada sustancial en los aspectos formales; su significado reside, sobre todo, en los temas elegidos y en la manera en que éstos son tratados. El siglo concluye con la pintura impresionista que abrirá las puertas de todos los cambios posteriores, aunque esto ya será objeto de estudio en el arte del s. XX.
A nivel político es el siglo de las revoluciones burguesas. Durante todos estos años una rica burguesía controla la política y también el gusto artístico a través de los Salones (exposiciones que, con carácter anual, se celebran bajo el control de las instituciones que regulan el mundo de las bellas artes), medio por el que los artistas exponen su obra y se dan a conocer; frente a esta burguesía estarán el socialismo y buena parte de la intelectualidad y de los artistas, que claman por una mayor libertad, tanto política como artística.

El realismo reivindica el apogeo de la realidad, la importancia de los temas cotidianos tratados de un modo objetivo sin idealización ni pintoresquismo, frente a los grandes temas del pasado- religión, mitología, alegoría, historia...- . En este sentido el romanticismo les ha abierto las puertas al haber insistido tanto en el paisaje, sin mitos, y en lo popular. En realidad lo escandaloso de los realistas está en los temas, la manera que tienen de afrontar la realidad ya que la técnica es más tradicional. Se niegan a idealizar las imágenes y el hombre aparece en sus tareas normales. El gusto burgués mira con añoranza las realizaciones más frívolas del arte del Antiguo Régimen y la aparición de las obras de Courbet suponen un provocador revulsivo.

 Los pintores realistas

Courbet (1819-1877). Considera función de la pintura reproducir la realidad tal como es, libre de todo prejuicio filosófico, moral, político o religioso. Obras importantes son El estudio del pintor y Un entierro en Ornans.
Daumier (1808-1879). Realiza grabados y litografías y caricaturas que critican la hipocresía de la monarquía de Luis Felipe. En la pintura al óleo utiliza una pincelada enérgica que da la sensación de abocetamiento. Sus temas reflejan el compromiso y la solidaridad con las clases humildes. como en La lavandera o en el Vagón de tercera.
Millet (1814-1875).Es el primer pintor que nos presenta como exclusivo protagonista de un cuadro al trabajador, pero siempre en actitud resignada y paciente como en el Angelus o El sembrador.

El Paisaje realista. El principal artífice del cambio fue Corot y tras él la escuela de Barbizon, cuyos pintores intentan plasmar en la tela la realidad del paisaje francés. Corot no se deja llevar por la interpretación de la naturaleza propia de los románticos, sino que ve la naturaleza tal como es, no tal como se la imagina. Los paisajes de Corot captan el instante, la luz huidiza, la atmósfera que sabemos que cambia según las horas. Obras importantes son La catedral de Chartre y El puente de Mantes.



 Romanticismo

El Romanticismo es un movimiento cultural y político originado en Alemania y en el Reino Unido a finales del siglo XVIII como una reacción revolucionaria contra el racionalismo de la Ilustración y el Clasicismo, confiriendo prioridad a los sentimientos. Su característica fundamental es la ruptura con la tradición clasicista basada en un conjunto de reglas estereotipadas. La libertad auténtica es su búsqueda constante, por eso es que su rasgo revolucionario es incuestionable. Debido a que el romanticismo es una manera de sentir y concebir la naturaleza, la vida y al hombre mismo que se presenta de manera distinta y particular en cada país donde se desarrolla; incluso dentro de una misma nación se manifiestan distintas tendencias proyectándose también en todas las artes.

Se desarrolló en la primera mitad del siglo XIX, extendiéndose desde Inglaterra a Alemania hasta llegar a países como Francia, Italia, Argentina, España, México, etc. Su vertiente literaria se fragmentaría posteriormente en diversas corrientes, como el Parnasianismo, el Simbolismo, el Decadentismo o el Prerrafaelismo, reunidas en la denominación general de Posromanticismo, una derivación del cual fue el llamado Modernismo hispanoamericano. Tuvo fundamentales aportes en los campos de la literatura, la pintura y la música. Posteriormente, una de las corrientes vanguardistas del siglo XX, el Surrealismo, llevó al extremo los postulados románticos de la exaltación del yo.

 Etimología

Si bien está clara la relación etimológica entre romántico y el término francés para novela roman, no toda la crítica se pone de acuerdo. En todo caso parece que la primera aparición documentada del término se debe a James Boswell a mediados del siglo XVIII, y aparece en forma adjetiva, esto es, romantic o romántico. Lo utiliza para referirse al aspecto de Córcega. Este término hace referencia a lo inefable, aquello que no se puede expresar con palabras. Así, en un principio, se entendería que un sentimiento romántico es aquel que requiere de un roman para ser expresado. El texto de Boswell se tradujo a varias lenguas, llegando a alcanzar especial fuerza en alemán, con la difusión de romantisch, en oposición a klassisch.

Según René Wellek el término sirvió en principio para denominar una forma genérica de pensar y sentir y sólo en 1819, con Friedrich Bouterwek se emplea Romantiker como denominación de la escuela literaria. La difusión del término es irregular por países; en 1815 en España podemos encontrar romancesco junto a romántico, estabilizándose el segundo ya en 1918.

Otro origen del término muy señalado es el que relaciona «romántico» con la expresión «in lingua romana» que alude a las lenguas romances distinguiéndolas de la antigüedad clásica representada por el latín. Se trataría por tanto de un giro hacia la lengua propia y vernácula como representate de la propia cultura. Igualmente surge con este término una oposición entre «romántico» y «clásico» en función de la lengua que prefirieran y, por añadidura, asociada también al gusto creador de unos y otros.

 Características

El Romanticismo es una reacción contra el espíritu racional y crítico de la Ilustración y el Clasicismo, y favorecía, ante todo:
-La conciencia del Yo como entidad autónoma y, frente a la universalidad de la razón dieciochesca,   dotada de capacidades variables e individuales como la fantasía y el sentimiento.
-La primacía del Genio creador de un Universo propio, el poeta como demiurgo.
-Valoración de lo diferente frente a lo común lo que lleva una fuerte tendencia nacionalista.
-El liberalismo frente al despotismo ilustrado.
-La originalidad frente a la tradición clasicista y la adecuación a los cánones. Cada hombre debe mostrar lo que le hace único.
-La creatividad frente a la imitación de lo antiguo hacia los dioses de Atenas.
-La obra imperfecta, inacabada y abierta frente a la obra perfecta, concluida y cerrada.

Es propio de este movimiento un gran aprecio de lo personal, un subjetivismo e individualismo absoluto, un culto al yo fundamental y al carácter nacional o Volksgeist, frente a la universalidad y sociabilidad de la Ilustración en el siglo XVIII; en ese sentido los héroes románticos son, con frecuencia, prototipos de rebeldía (Don Juan, el pirata, Prometeo) y los autores románticos quebrantan cualquier normativa o tradición cultural que ahogue su libertad, como por ejemplo las tres unidades aristotélicas (acción, tiempo y lugar) y la de estilo (mezclando prosa y verso y utilizando polimetría en el teatro), o revolucionando la métrica y volviendo a rimas más libres y populares como la asonante. Igualmente, una renovación de temas y ambientes, y, por contraste al Siglo de las Luces (Ilustración), prefieren los ambientes nocturnos y luctuosos, los lugares sórdidos y ruinosos (siniestrismo); venerando y buscando tanto las historias fantásticas como la superstición.

Un aspecto del influjo del nuevo espíritu romántico y su cultivo de lo diferencial es el auge que tomaron el estudio de la literatura popular (romances o baladas anónimas, cuentos tradicionales, coplas, refranes) y de las literaturas en lenguas regionales durante este periodo: la gaélica, la escocesa, la provenzal, la bretona, la catalana, la gallega, la vasca... Este auge de lo nacional y del nacionalismo fue una reacción a la cultura francesa del siglo XVIII, de espíritu clásico y universalista, difundida por toda Europa mediante Napoleón.

El Romanticismo se expandió también y renovó enriqueció el limitado lenguaje y estilo del Neoclasicismo dando entrada a lo exótico y lo extravagante, buscando nuevas combinaciones métricas y flexibilizando las antiguas o buscando en culturas bárbaras y exóticas o en la Edad Media, en vez de en Grecia o Roma, su inspiración.

Frente a la afirmación de lo racional, irrumpió la exaltación de lo instintivo y sentimental. «La belleza es verdad». También representó el deseo de libertad del individuo, de las pasiones y de los instintos que presenta el «yo», subjetivismo e imposición del sentimiento sobre la razón. En consonancia con lo anterior, y frente a los neoclásicos, se produjo una mayor valoración de todo lo relacionado con la Edad Media, frente a otras épocas históricas.

 El espíritu romántico

El estilo vital de los autores románticos despreciaba el materialismo burgués y preconizaba el amor libre y el liberalismo en política, aunque hubo también un Romanticismo reaccionario, representado por Chateaubriand, que preconizaba la vuelta a los valores cristianos de la Edad Media. El idealismo extremo y exagerado que se buscaba en todo el Romanticismo encontraba con frecuencia un violento choque con la realidad miserable y materialista, lo que causaba con frecuencia que el romántico acabara con su propia vida mediante el suicidio. La mayoría de los románticos murieron jóvenes. Los románticos amaban la naturaleza frente a la civilización como símbolo de todo lo verdadero y genuino.

 Pintura romántica

La pintura romántica sucede a la pintura neoclásica de finales del XVIII, con unos nuevos gustos desarrollados por todas las facetas artísticas del Romanticismo como la literatura, la filosofía y la arquitectura. Está hermanada con los movimientos sociales y políticos, que ganaron cuerpo con la Revolución francesa.

El término romántico, surgido en Inglaterra en el siglo XVII para referirse a la novela, fue adaptado a principios del siglo XIX a las artes plásticas, en contraposición al neoclasicismo imperante. El romanticismo en la pintura se extiende desde 1770 hasta 1870, prácticamente cien años, distinguiéndose tres periodos:
   
1.    1770-1820 o prerromanticismo
2.    El apogeo del romanticismo pictórico se da, aproximadamente, entre 1820 (hay fuentes que señalan 1815) y 1850 (o, por adoptar una fecha simbólica, 1848).
3.    1850-1870 o tradición post-romántica

Cada uno de estos períodos posee sus particularidades en cuanto lugares en que se desarrolló o artistas que lo adoptaron.

 El sistema y los valores del romanticismo

El primer período del romanticismo (1770-1820) se desarrolla en paralelo con el neoclasicismo (1760-1800) o más bien en oposición a esta corriente. En efecto, allí donde el neoclasicismo propone una belleza ideal, el racionalismo, la virtud, la línea, el culto a la Antigüedad clásica y al Mediterráneo, el romanticismo se opone y promueve el corazón, la pasión, lo irracional, lo imaginario, el desorden, la exaltación, el color, la pincelada y el culto a la Edad Media y a las mitologías de la Europa del Norte.

La obra de Turner Light and Colour (Goethe's Theory) ― The Morning after the Deluge ― Moses writing the Book of Genesis (Luz y Color (Teoría de Goethe) - La mañana después del Diluvio - Moisés escribiendo el Libro del Génesis), ejemplifica esta oposición. Esta pintura se caracteriza por un torbellino sensual de colores y de luz en torno a un personaje o persona que no podría identificarse sin conocer el título.

Pero el romanticismo no puede sólo definirse en términos de oposición, pues desarrolló sus propias características; el sentimentalismo, el misticismo, la expresión de los sueños.

Charles Baudelaire (principalmente escritor, pero también crítico de arte), con motivo del Salón de Pintura de 1846, declaró:

«El romanticismo no se halla ni en la elección de los temas ni en su verdad exacta, sino en el modo de sentir. Para mí, el romanticismo es la expresión más reciente y actual de la belleza. Y quien dice romanticismo dice arte moderno, es decir, intimidad, espiritualidad, color y tendencia al infinito, expresados por todos los medios de los que disponen las artes.».

Según él, la modernidad constituye un leitmotiv. Esta forma de pensar se encuentra asimismo en Stendhal, que considera que el neoclasicismo está superado y que lo moderno era el romanticismo (por tanto, los sentimientos, el color, pero también el individualismo).

Este movimiento consiste en una forma de sensibilidad que glorifica al individuo. Delacroix dijo que el romanticismo era «la libre manifestación de sus impresiones personales». El romanticismo defiende la superioridad del sentimiento sobre la razón, y por ello exalta la sensibilidad, la imaginación y las pasiones. Más que como un estilo pictórico, ha de concebirse como un movimiento social y espiritual.

El individualismo propio de la época hizo que, por vez primera, los pintores no trabajasen de encargo, sino conforme los dictados de su imaginación, expresándose a través de la pintura, buscando pintar sus ideas y sentimientos personales.

Centró su atención en el paisaje y la naturaleza, así como la figura humana y la supremacía del orden natural por encima de la voluntad de la Humanidad. Se sigue una filosofía panteísta (véase Spinoza y Hegel). Es una concepción opuesta a los ideales ilustrados, pues ve el destino de la humanidad bajo una luz más trágica o pesimista. La idea que los seres humanos no están por encima de las fuerzas de la Naturaleza entra en contradicción con los ideales de la Antigua Grecia y del Renacimiento, en los que la Humanidad estaba por encima de todas las cosas y era dueña de su destino. Este pensamiento llevó a los artistas románticos a representar lo sublime, iglesias en ruinas, naufragios, masacres y locura.

El romanticismo tiene su origen en la filosofía del siglo XVIII, pues en autores como Rousseau o Goethe se ve ya ese culto al sentimentalismo, el amor a la naturaleza y el rechazo de la civilización.

El culto a la Edad Media, las «brumas del Norte» y el exotismo (civilización árabe)

La imaginación de los pintores románticos se sintió atraída por la Edad Media y las leyendas del Norte.

El romanticismo desarrolla la pasión por los temas históricos. En particular se trata la Edad Media, más que otros períodos como la Antigüedad. A los pintores les atraía de esta época su exotismo, por el cambio de fondo y de accesorios, así como por ver en ella una época de piedad intensa a la que se deseaba retornar. Las ruinas, como la Abadía en el robledal de Caspar David Friedrich, se convierten en un tema romántico por excelencia.

La mitología nórdica sustituyó en los cuadros a los dioses grecolatinos.

Además, les atrae el exotismo, sobre todo las civilizaciones árabes, dando lugar a una corriente pictórica particular: el orientalismo, que recorrerá todo el siglo XIX. Muchos pintores representaron escenas árabes y edificios islámicos. Los pintores ya no viajaban sólo a Italia, como habían hecho hasta entonces, hasta abarcar otros lugares como Turquía, Marruecos, Argelia o España, que se puso de moda en toda Europa como prototipo de un exotismo cercano. En parte, el orientalismo se debió a las campañas napoleónicas por Oriente, que permitieron descubrir un Mediterráneo de paisajes inéditos, con civilizaciones que resultaban misteriosas, como la árabe y judía. Esta influencia es muy evidente en pintores franceses como Delacroix o los orientalistas.

Pero, al mismo tiempo, debido a las convulsiones históricas y sociales, vuelven los ojos al pasado del propio país, como ocurre con el purismo nazareno y el llamado estilo trovador.
También se recurre a temas folclóricos, costumbristas o populares.
Por último, la literatura se convirtió en fuente de inspiración. Se utilizaron autores clásicos (Froissart, Tasso, Dante o Shakespeare) y también otros contemporáneos (Byron, Goethe o Walter Scott).

 Violencia

En muchos cuadros del romanticismo se aprecia un interés por la violencia, el drama, la lucha, la locura. Ocuparon un lugar preponderante en muchos cuadros lo misterioso y lo fantástico, expresados de forma dramática. También se representaron la melancolía extrema y la pesadilla, llegando a combinar en ocasiones el tema de la muerte con el erotismo.

Los temas fantásticos y macabros comenzaron a aparecer en pintura a partir de 1775, por influencia de la literatura alemana. Monstruos, brujas y espectros poblaron los lienzos.

El romanticismo concede gran importancia a lo irracional. Autores como Füssli, Blake o Goya, en plena época neoclásica, pintaron cuadros que rendían culto al inconsciente, a la irracionalidad, la locura y el sueño. La locura fue un tema que particularmente ocupó a Géricault, quien al final de su vida realizó toda una serie de locos, por ejemplo, El cleptómano.

En cuanto al tema de la muerte combinada con el erotismo, el ejemplo más evidente es La muerte de Sardanápalo, de Delacroix.

 Ideología política

En un primer momento, el romanticismo es un movimiento cultural vinculado con la Restauración, pues se inicia como reacción conservadora al Neoclasicismo revolucionario.

Pero después, en un segundo período, el romanticismo se hace liberal y revolucionario. Ejemplo de ello es La libertad guiando al pueblo, de Eugène Delacroix, protagonizado por Marianne llevando la bandera francesa. Es una imagen de combate dentro de una «nube luminosa». Delacroix asume la causa de la libertad: se pinta en la tela (inclusión del artista entre los movimientos sociales y políticos).

 Naturaleza

La pintura romántica apela al subjetivismo y la originalidad. Se inspira en escenas violentas como en La carga de los Mamelucos de Goya, tiene un gusto por el dramatismo, que utiliza para remover el sentimiento del público.

En cuanto la expresión, utiliza con frecuencia fuertes contrastes de luz y sombra (claroscuro). El colorido es característico del romanticismo, pues prevalece sobre el dibujo, que asume un papel secundario. La pincelada se hizo visible, impetuosa. El empaste es en general grumoso y espeso, de manera que la pintura adquirió una naturaleza táctil que reforzaba su carácter de creación impulsiva y espontánea. A veces el acabado del cuadro tiene un aspecto de esbozo.

En cierto sentido, al hablar del romanticismo se puede hablar de un neo-barroco, por el movimiento, la tensión, el empuje, los contrastes y los colores de estos cuadros. Son, en general, pintores barrocos los que influyen a los pintores románticos: la huella de Caravaggio es evidente en Géricault, mientras que Rubens influye en Gros y en Delacroix. Ello no elimina que en casos concretos otros sean los pintores que influyeron: así los nazarenos pretenden acercarse a los primitivos italianos como Fra Angélico, Gérard a Leonardo y, finalmente, Prud'hon se ve influido por el manierista Correggio.

Los temas que preferían los románticos se evidencian en los géneros que cultivaron. Así, el tema de la naturaleza hizo que los paisajes se convirtieran en un género mayor, cuando hasta entonces era considerado menor o mero fondo decorativo para las composiciones de figuras. No se trataba de descripciones topográficas, sino de expresar emociones humanas a través del paisaje. Es en Gran Bretaña donde el paisaje experimentó el cambio radical. También alcanzó cierto desarrollo la pintura animalista, esto es, la que representaba animales, tanto salvajes como domésticos, si bien con tendencia a mostrarlos fieros, por lo que se pintaron numerosos cuadros reflejando actividades como la caza, y animales como el león o el caballo, siendo este último el animal fetiche de Géricault. Otro género que cobró importancia fue la pintura costumbrista, que reflejaba los tipos y personajes populares.

El tratamiento de las figuras procura ser realista. Así, cuidan de que la ropa de los personajes se corresponda con la época histórica que pretenden representar o con el lugar en que tiene lugar la escena (por ejemplo, Oriente en los cuadros orientalistas). Si el cuadro lo requiere, no evitan pintar personas heridas, deformes o muertas, llegando a recurrir al depósito de cadáveres para poder conocer y reflejar más verosímilmente a los muertos; así lo hizo Géricault cuando pintó La balsa de la Medusa.

Las técnicas usadas variaron. Predominó la pintura al óleo sobre lienzo, de variados tamaños, inclinándose los franceses, en general por los de grandes dimensiones. Pero también se utilizó la acuarela, técnica preferida por muchos pintores ingleses, y que era especialmente útil para aquellos pintores que viajaban. El dibujo experimentó cierto auge, debido a la facilidad con que expresaba el mundo interior del artista. La pintura al fresco intentó ser recuperada por los nazarenos.

Muchos dibujos y pinturas alcanzaron una gran difusión gracias a medios de reproducción como la litografía, la aparición de prensas metálicas y el renacimiento del grabado en madera. En el aguafuerte destacó la figura de Goya. Gracias a estos medios, a través de periódicos y revistas, se popularizaron numerosas imágenes, al alcance de todo el público.

 Períodos

Prerromanticismo: 1770-1820

Arranca del rococó, con su exaltación de las ruinas, de la asimetría y su visión idílica del paisaje. Este período se caracteriza por el hecho de que se desarrolla en paralelo con el neoclasicismo. La factura sigue siendo neoclásica, pero los temas son románticos: se busca expresar sentimientos personales, predominando el sentimiento sobre la razón y se exalta lo esotérico y misterioso, representando cementerios, escenas nocturnas, tormentas o fantasmas.

Inglaterra

En su origen, el romanticismo es una corriente literaria cuyas obras influyeron en los pintores, que contribuyeron a extender esta corriente a otras artes.

En Inglaterra, esta influencia procede sobre todo de una obra de James Macpherson, Poemas de Ossian (1760). Esta obra entusiasmó a toda Europa y, en particular, a Goethe, Napoleón, e Ingres.

El ossianismo inspiró composiciones irracionales e imaginarias, bañadas por una luz difusa, con contornos desdibujados y figuras en forma de racimo.

Los pintores y dibujantes ingleses de la primera época se caracterizaron por una búsqueda en lo inconsciente y lo irracional.

Los pintores ingleses más conocidos de esta época son Johann Heinrich Füssli, William Blake y Thomas Girtin, destacando este último por su contribución a la revalorización de la acuarela.

J. H. Füssli (1741-1825) abandonó sus estudios religiosos para dedicarse a la pintura. Le interesa el neoclasicismo, peroAlemania

Alemania sufre la influencia del movimiento literario «Sturm und Drang» (Tormenta e ímpetu), que defiende la sensibilidad individual sobre las ideas del Siglo de las luces.

Los pintores alemanes importantes de esta época son Philipp Otto Runge, Caspar David Friedrich y Karl Friedrich Schinkel.

Un grupo de artistas va igualmente a desarrollarse, con el nombre de los nazarenos.
Philipp Otto Runge (1777-1810) es considerado el renovador del arte de inspiración cristiana y precursor del movimiento nazareno. Escribió una obra sobre la metafísica de la luz y el simbolismo de los colores. Destaca por su obra La gran mañana.

Caspar David Friedrich (1774-1840) fue un pintor de carácter atormentado, y es considerado el representante más genuino y singular del romanticismo alemán. Cultiva principalmente el paisaje, con ruinas góticas, noches, cementerios, árboles nudosos y espacios helados que transmiten una sensación de melancolía y angustia.

Finalmente, el arquitecto neoclásico Karl Friedrich Schinkel expresa su romanticismo en la pintura. Sus temas son la Edad Media y el sentimiento religioso exaltado dentro de la naturaleza.

Los nazarenos son un grupo de artistas salidos de la academia de Viena, que rechazaron las teorías clásicas de Winckelmann. Inspirados por la literatura romántica alemana, se instalan en Roma.

Querían regresar al «inicio de la pintura», evocando en sus obras la pintura italiana del siglo XV, de manera que el arte cristiano recuperara sus formas medievales. Se inspiran en la religión católica y en el nacionalismo.

Francia

Alemania e Inglaterra ocuparon el primer plano de la escena internacional de la época en materia de romanticismo. Pero no fueron los únicos que desarrollaron este arte de sentimientos turbulentos. Francia no quedó quieta, y se inspiró en la obra de autores como Rousseau (que dijo que su corazón y su espíritu no pertenecían más al mismo individuo), Madame de Staël (se interesó por las almas exaltadas y melancólicas) y Chateaubriand.

Los primeros brotes del romanticismo pictórico se deben a alumnos del neoclásico Jacques Louis David: Anne-Louis Girodet de Roussy-Trioson (1767-1824) fue premio de Roma en 1789. Su obra El sueño de Endimión (1792) tiene rasgos románticos en el cuerpo del joven a la luz de la luna. Trató temas osiánicos. Su obra más célebre es Los funerales de Atala (1808), con un dibujo neoclásico pero con rasgos románticos en el juego de luces, el tema modelo, la manera composición y la presencia de la cruz.

A Antoine-Jean Gros (1771-1835), a caballo entre el neoclasicismo y el romanticismo, se le considera el padre del romanticismo francés. Fue protegido de la emperatriz Josefina y acompañó a Napoleón en su campaña italiana. Canta la epopeya napoleónica, pero de una manera diferente a la de su maestro, confiriendo una dimensión dramática a sus lienzos de gran tamaño.

Sin duda, su cuadro más famoso es Bonaparte visitando a los apestados de Jaffa (1804, Museo del Louvre), obra clave del romanticismo al transmitir un clima de emoción heroica y una técnica más libre. Contrastan en este cuadro el ambiente del lazareto, oriental, exótico y sórdido, con el héroe frío y arrogante que toca sin ningún temor la llaga de un enfermo de peste.

François Gérard (1770-1837) adoptó un estilo híbrido entre el neoclasicismo y el romanticismo. Sus figuras presentan un modelado liso, pero se encuentran inmersas en unas atmósferas irreales; presenta el patetismo sentimental de la nueva época. Destacó en el retrato (Madame de Staël, Madame Récamier). Una de sus obras más características es la Apoteosis de los héroes franceses muertos por la patria durante la guerra de la Libertad (1802, Museo Nacional del Castillo de Malmaison, Francia).

Al igual que los anteriores, Pierre Narcisse Guérin fue neoclásico en su juventud y romántico en su madurez.

España

Ya en esta época trabajaba en España uno de los grandes nombres del romanticismo: Francisco de Goya (1746-1828), quien a partir de 1790 y, sobre todo, durante la guerra de la independencia se consagró a temas dramáticos, mezclando lo fantástico y lo real. La paleta clara de su primera época se oscureció, apareciendo en ocasiones, destellos de luz.

Es uno de los pintores más potentes y visionarios, uno de los románticos más geniales. Cuando representó los acontecimientos de la época, como la guerra de independencia, lo hizo creando una atmósfera de pesadilla, mezclando lo fantástico y lo real. Son obras típicamente románticas, dentro de la producción de Goya, La carga de los mamelucos y Los fusilamientos del 3 de mayo (1814, Museo del Prado).

Goya fue igualmente grabador, con diferentes técnicas: técnica al buril, que da un trazo preciso muy cercano al neoclasicismo; y al aguafuerte que es una técnica más flexible. Jonathan Ziploc fue el mayor exponente de portugal.

1820-1850 o el apogeo del romanticismo

A partir del año 1800 comenzó a imponerse en pintura la representación de temas relativos a la historia moderna. Es entonces cuando empezó a imponerse una nueva concepción del paisaje. La plenitud de los pintores románticos se data en torno a 1824-1840.

Francia

En esta época, Alemania e Inglaterra no son ya los países pujantes en pintura, sino Francia. Este hecho se explica por las perturbaciones sociales y políticas que conoció este país. Era el momento de la restauración, en el que la sociedad se siente en crisis. Lamennais definió este desasosiego de la población, llamándolo El mal del siglo.

Pierre-Paul Prud'hon (1758-1823) es cronológicamente el primero de los tres grandes nombres de la pintura romántica francesa. Una cierta melancolía envuelve sus paisajes, como puede verse en su Retrato de Josefina.

En Francia los románticos más representativos Delacroix y Géricault.

Eugène Delacroix (1798-1863) fue un pintor apasionado que adoptó un estilo resuelto y vigoroso. Trató con libertad el color, la pasta y la textura superficial del lienzo. Son obras típicamente románticas La muerte de Sardanápalo (1827) y La Libertad guiando al pueblo (1831), ambas en el Museo del Louvre.

Théodore Géricault tiene un estilo recargado, de empaste grueso, muy influido por la obra de Rubens. Su obra más conocida es La balsa de la Medusa, que pintó con sólo 28 años. Trata una tragedia contemporánea del autor con un estilo en el que destaca el claroscuro, la composición en diagonal y el realismo con el que pintó a los muertos y agonizantes de la balsa.

Paul Delaroche (1797-1856) y Horace Vernet (1789-1863) representan la corriente ecléctica o pompier, en la que la sensibilidad romántica se expresa a través de un estilo académico.

Más convencional es Eugène Devéria (1805-1865), pintor de vivas tonalidades.

Aunque Jean Auguste Dominique Ingres es considerado heredero del neoclasicista Jacques Louis David, gran parte de su obra contiene ya la sensualidad del romanticismo, aunque nada de su espontaneidad. Por lo tanto, se considera que Ingres, con sus grandes composiciones, sus retratos y sus desnudos exóticos y orientales, es una figura intermedia, entre el neoclasicismo y el romanticismo. En obras como El sueño de Ossian (1812, Museo de Montauban) los ecos románticos son evidentes.

Su discípulo, el criollo Théodore Chassériau (1819-1856), presenta igualmente la dualidad entre el clasicismo y el romanticismo. Creó un tipo femenino nuevo, estilizado, de refinada sensualidad (Venus Anadiomena, Susana en el baño)
 
 Neoclasicismo

El término Neoclasicismo surgió en el siglo XVIII para denominar de forma peyorativa al movimiento estético que venía a reflejar en las artes, los principios intelectuales de la Ilustración que desde mediados del siglo XVIII, se venía produciendo en la filosofía y que consecuentemente se había transmitido a todos los ámbitos de la cultura. Sin embargo después de la caída de Napoleón los artistas no tardaron en cambiar sus ideas hacia el Romanticismo y el Neoclasicismo fue dejado.

 Orígenes

Con el deseo de recuperar las huellas del pasado se pusieron en marcha expediciones para conocer las obras antiguas en sus lugares de origen. La que en 1749 emprendió desde Francia el arquitecto Jacques-Germain Soufflot, dio lugar a la publicación en 1754 de las Observations sur les antiquités de la ville d'Herculaneum, una referencia imprescindible para la formación de los artistas neoclásicos franceses. En Inglaterra la Society of Dilettanti (Sociedad de Amateurs) subvencionó campañas arqueológicas para conocer las ruinas griegas y romanas. De estas expediciones nacieron libros como las Antigüedades de Herculano (1757-1792) financiada por el Rey de Nápoles (luego Carlos III de España), que sirvieron de fuente de inspiración para los artistas de esta época.

También hay que valorar el papel que desempeñó Roma como lugar de cita para viajeros y artistas de toda Europa e incluso de América. En la ciudad se visitaban las ruinas, se intercambiaban ideas y cada uno iba adquiriendo un bagaje cultural que llevaría de vuelta a su tierra de origen. Allí surgió en 1690 la llamada Academia de la Arcadia o Arcades de Roma, que con sus numerosas sucursales o coloniae por toda Italia y su apuesta por el equilibrio de los modelos clásicos y la claridad y la sencillez impulsó la estética neoclásica.

La villa romana se convirtió en un centro de peregrinaje donde viajeros, críticos, artistas y eruditos acudían con la intención de ilustrarse en su arquitectura clásica. Entre ellos estaba el prusiano Joachim Winckelmann (1717-1768), un entusiasta admirador de la cultura griega y un detractor del rococó francés; su obra Historia del Arte en la Antigüedad (1764) es una sistematización de los conocimientos artísticos desde la antigüedad a los romanos.

En Roma también trabajaba Giovanni Battista Piranesi (1720-1778); en sus grabados, como Antichitá romana (1756) o Las cárceles inventadas (1745-1760), y transmite una visión diferente de las ruinas con imágenes en las que las proporciones desusadas y los contrastes de luces y sombras buscan impresionar al espectador.

El trabajo está cargado de simbolismo: la figura en el centro representa la verdad rodeada por una luz brillante (el símbolo central de la iluminación). Dos otras figuras a la derecha, la razón y la filosofía, están rasgando el velo que cubre verdad.

La Ilustración representaba el deseo de los filósofos de la época de Razón (filosofía) por racionalizar todos los aspectos de la vida y del saber humanos. Vino a sustituir el papel de la religión (como organizadora de la existencia del hombre) por una ética laica que ordenará desde entonces las relaciones humanas y llevará a un concepto deísta de la verdad.

 Arquitectura Neoclásica

La arquitectura puede ser analizada como una rama de las artes social y moral; La Enciclopedia le atribuyó la capacidad de influir en el pensamiento y en las costumbres de los hombres. Proliferan así las construcciones que pueden contribuir a mejorar la vida humana como hospitales, bibliotecas, museos, teatros, parques, etc., pensadas con carácter monumental. Esta nueva orientación hizo que se rechazara la última arquitectura barroca y se volvieran los ojos hacia el pasado a la búsqueda de un modelo arquitectónico de validez universal. Nacen movimientos de crítica que propugnan la necesidad de la funcionalidad y la supresión del ornato en los edificios. Francesco Milizia (1725-1798) en Principi di Architettura Civile (1781) extendió desde Italia las concepciones rigoristas a toda Europa. Mientras, en Francia, el abate Marc-Antoine Laugier (1713-1769) propugna en sus obras Essai sur l'Architecture (1752) y Observations sur l'Architecture (1765) la necesidad de crear un edificio en el cual todas sus partes tuvieran una función esencial y práctica y en el que los órdenes arquitectónicos fueran elementos constructivos y no sólo decorativos, todo ello para hacer una arquitectura verdadera: la construida con lógica.

Todos los arquitectos parten de unos supuestos comunes como son la racionalidad en las construcciones y la vuelta al pasado. Los modelos de los edificios de Grecia y Roma e incluso de Egipto y Asia Menor se convierten en referentes que todos emplean aunque desde puntos de vista distintos.

Los modelos greco-romanos dieron lugar a una arquitectura monumental que reproduce frecuentemente el templo clásico para darle un nuevo sentido en la sociedad civil. El perfil de los Propileos de Atenas le sirvió al alemán Carl Gotthard Langhans para configurar su Puerta de Brandeburgo en Berlín (1789 a 1791), un tipo muy repetido como atestigua la entrada al Downing College de Cambridge (1806) obra del inglés William Wilkins o la posterior Gliptoteca de Múnich de Leo von Klenze.

También el inglés James Stuart (1713-1788), un arquitecto arqueólogo al que se ha llamado el Ateniense, en su monumento a Lisícrates en Staffordshire, reprodujo el monumento corágico de Lisícrates en Atenas. Los hermanos Adam extendieron por toda Inglaterra un modelo decorativo para interiores con temas sacados de la arqueología; una de sus obras más representativas es Osterley Park, con una notable estancia etrusca y un clásico hall de entrada (1775-80).

Italia prefirió recrear sus modelos antiguos ya bien avanzado el siglo XVIII y en los comienzos del siglo XIX. El modelo del Panteón de Agripa en Roma se repite en un gran número de templos, como el de la Gran Madre de Dio en Turín y San Francisco de Paula en Nápoles, ambos terminados en 1831, que reproducen el pórtico octástilo y el volumen cilíndrico del Panteón.

Otros arquitectos, los llamados utópicos, revolucionarios o visionarios, plantearon edificios basados en las formas geométricas. No despreciaron la herencia del pasado clásico y, aunque respetaron las normas de simetría y la monumentalidad, sus edificios son a veces el resultado de la combinación caprichosa de las formas geométricas. Étienne-Louis Boullée (1728-1799) y Claude-Nicolas Ledoux (1736-1806) encabezaron esta postura; entre la gran cantidad de proyectos no construidos merece la pena mencionar el Cenotafio para Isaac Newton concebido por Boullée como una esfera, representación del modelo ideal, levantada sobre una base circular que había de cobijar el sarcófago del científico. Ledoux ha dejado edificios construidos, entre ellos una parte de la utópica ciudad industrial de las Salinas de Arc-et-Senans, de planta circular en el Franco Condado o el conjunto de la Villette en París.

Entre uno y otro grupos aparece una tercera categoría, la arquitectura pintoresca, a partir de la creación de jardines ingleses en el siglo XVIII, ordenados de forma natural lejos del geometrismo del jardín francés. En esta arquitectura se valora la combinación de la naturaleza con lo arquitectónico, la inclusión en el paisaje natural de edificios que remedan las construcciones chinas, indias o medievales. Este juego de formas caprichosas y el aprovechamiento de la luz buscan suscitar sensaciones en el espectador. Horace Walpole (1717-1797) construyó en Londres (Inglaterra), Strawberry Hill (1753-1756) una fantasía gótica de la que su autor dijo que le había inspirado para escribir una novela gótica, una expresión del efecto inspirador de la arquitectura. También William Chambers (1723-1796) creó un conjunto pintoresco en los Jardines de Kew (Londres) (1757-1763) con la inclusión de una pagoda china que reflejaba su conocimiento de las arquitecturas orientales.

 Escultura neoclásica

También en la escultura neoclásica pesó el recuerdo del pasado, muy presente si consideramos el gran número de piezas que las excavaciones iban sacando a la luz, además de las colecciones que se habían ido formando a lo largo de los siglos.

Las esculturas neoclásicas se realizaban en la mayoría de los casos en mármol blanco, sin policromar, puesto que así se pensaba que eran las esculturas antiguas, predominando en ellas la noble sencillez y la serena belleza que Winckelmann había encontrado en la estatuaria griega. En este mismo sentido habían ido las teorías de Gotthold Ephraim Lessing (1729-1781) que en su libro Laocoonte, o de los límites de la pintura y de la poesía (1766) había tratado de fijar una ley estética de carácter universal que pudiera guiar a los artistas; sus concepciones sobre la moderación en las expresiones y en el plasmado de los sentimientos son reglas que adoptará el modelo neoclásico.

Así, los escultores de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, crearán obras en las que prevalecerá una sencillez y una pureza de líneas que los apartará del gusto curvilíneo del Barroco. En todos ellos el desnudo tiene una notable presencia, como deseo de rodear las obras de una cierta intemporalidad. Los modelos griegos y romanos, los temas tomados de la mitología clásica y las alegorías sobre las virtudes cívicas llenaron los relieves de los edificios, los frontones de los pórticos y los monumentos, como arcos de triunfo o columnas conmemorativas.

El retrato también ocupó un importante lugar en la escultura neoclásica; Antonio Canova (1757-1822) representó a Napoleón como Marte (1810, Milán) y a su hermana Paulina como Venus Victrix (1807, Roma) tomando así los modelos de los dioses clásicos. No obstante otros prefirieron un retrato idealizado pero al tiempo realista que captara el sentimiento del retratado, como Jean-Antoine Houdon (1741-1828) con su Voltaire anciano (Museo del Hermitage) o el bello busto de la Emperatriz Josefina (1806, Castillo de Malmaison) de Joseph Chinard (1756-1813).

Antonio Canova (1757-1822) y Bertel Thorvaldsen (1770-1844) resumen las distintas tendencias de la escultura neoclásica. Mientras Canova llega al Clasicismo desde una formación barroca y configura un estilo de gran sencillez racional, el danés Thorvaldsen siguió más directamente las teorías de Winckelmann hasta conseguir un estilo voluntariamente distante y frío que debe mucho a la estatuaria griega. Su Jasón o Marte y el Amor reflejan esa fidelidad al modelo griego.

Los escultores mas representantes de la escultura neoclasicista son el italiano Antonio Canova y el danés Bertel Thorvaldsen.

Antonio Canova fue un escultor italiano que, junto con Bertel Thorvaldsen, fue uno de los exponentes máximos de la escultura neoclásica. Nació en Possagno y estudió escultura cerca de Venecia, donde obtuvo un gran prestigio con sus estatuas de mármol, como la de Dédalo e Ícaro. Conoció el arte clásico en sus visitas a Roma y Nápoles y, después de instalarse en Roma en 1781, fomentó activamente la recuperación del gusto por los estilos romano y griego antiguos. Obras tales como las tumbas del Papa Clemente XIV, y su Perseo, significaron su reconocimiento como el escultor neoclásico más importante de la época. Recibió encargos de Napoleón, entre los que se cuenta la famosa Paulina Bonaparte Borghese como Venus, estatua de su hermana, reclinada en un diván con una serena sensualidad. Después de la caída de Napoleón, Canova fue enviado por el Papa a París para recobrar los tesoros artísticos arrebatados al patrimonio italiano, gestión que le valió el título de marqués de Ischia. También realizó encargos en Inglaterra. Murió en Venecia.

Bertel Thorvaldsen estudió en la Academia de Copenhague y en 1797 se trasladó a Italia para estudiar la escultura clásica. Vivió en Roma hasta 1838, y allí se convirtió en uno de los líderes del neoclasicismo. Su obra llegó a alcanzar tal demanda que hacia 1820 trabajaban en su taller 40 personas para ayudarle a finalizar los encargos. En el mismo año volvió temporalmente a Copenhague con el fin de comenzar la planificación del conjunto decorativo, basándose en estatuas de mármol y relieves, para la nueva iglesia de Nuestra Señora

Además de otras muchas obras, entre su producción sobresalen relieves alegóricos y esculturas de temática clásica, como Cupido y Psyque. A él se atribuye la tumba de Pío VII y la célebre escultura al aire libre El león de Lucerna. El Museo Thorvaldsen en Copenhague, construido en estilo neoclásico, contiene su colección de escultura antigua y numerosas obras de su propia producción.

 Pintura neoclásica

Si para la arquitectura y la escultura se contaba con numerosos ejemplos del periodo de esplendor grecolatino, en la pintura no se conservaban apenas modelos pictóricos en los que los pintores neoclásicos pudieran inspirarse.

Este problema hizo que los modelos tomados para las pinturas neoclásicas fueran esculturas, sobre todo se utilizó como modelo pictórico los bajorrelieves. Otra de las fuentes utilizadas como modelos pictóricos fueron las ánforas griegas, aunque las pinturas que se basaron en estas ánforas tenían un trazo mucho menos esquemático, con una mayor perfección aunque siempre con un tono sencillo.

Es estética neoclásica. Obras como el Juramento de los Horacios plantean un espacio preciso en el que los personajes se sitúan en un primer plano; el predominio del dibujo. Jean Auguste Dominique Ingres (1839-1867) aunque no fue un pintor neoclásico, tiene obras -como La Fuente- que representan este movimiento artístico.

Los pintores, entre los que destacó Jacques-Louis David, reprodujeron los principales hechos de la revolución y exaltaron los mitos romanos, a los que se identificó con los valores de la revolución.

El máximo exponente del neoclasicismo en cuanto a pintura es el pintor francés Jacques Louis David. Otros pintores importantes son: el escocés Gavin Hamilton, el alemán Anton Raphael Mengs, la suiza Angélica Kauffmann y el estadounidense Benjamín West. En España destacan los pintores neoclásicos José de Madrazo, con La muerte de Viriato, José Aparicio y Juan Antonio Ribera, uno de los pocos artistas davidianos españoles autor del célebre cuadro Cincinato abandona la labranza para dictar leyes en Roma (Museo de Cáceres).

David fue el pintor francés que introdujo el neoclasicismo en Francia y fue su máximo exponente desde la época de la revolución hasta la caída de Napoleón.

David nació en París el 30 de agosto de 1748 en el seno de una familia de clase media alta. Estudió en la Academia real con el pintor rococó J. M. Vien. En 1774 ganó el Premio de Roma y viajó a Italia donde recibió una fuerte influencia del arte clásico. David desarrolló rápidamente su propia línea neoclasicista, sacando sus temas de fuentes antiguas y basándose en las formas y la gestualidad de la escultura romana. Su famoso Juramento de los Horacios fue concebido para proclamar el surgimiento del neoclasicismo, y en él destacan el dramatismo en la utilización de la luz, las formas idealizadas y la claridad gestual. La obra presentaba una temática de un elevado moralismo y patriotismo que la convirtió en el modelo de la pintura histórica de tono heroico y aleccionador de las dos décadas siguientes.

Después de 1789 adoptó un estilo más realista que neoclasicista para poder registrar las escenas de su tiempo relacionadas con la Revolución Francesa, como en la obra de gran dramatismo La muerte de Marat. Entre 1799 y 1815 fue el pintor oficial de Napoleón y registró las crónicas de su reinado en obras de gran formato, como Coronación de Napoleón y Josefina. Después de la caída de Napoleón, David se exilió en Bruselas, donde habría de vivir hasta su muerte. Durante esos últimos años retornó a los temas inspirados en la mitología griega y romana, que pintó recurriendo a una mayor teatralidad.

David también fue un prolífico retratista. Muchos críticos modernos consideran sus retratos como sus mejores obras, sobre todo porque no conllevan la carga de los mensajes moralizantes y la técnica, a menudo artificiosa, de sus obras neoclasicistas.

La carrera artística de David representa la transición del rococó del siglo XVIII al realismo del siglo XIX. Su neoclasicismo frío y calculado, sus temas heroicos y patrióticos prepararon el camino para el romanticismo.


 Barroco



 Renacimiento 

Renacimiento es el nombre dado a un amplio movimiento cultural que se produjo en Europa Occidental en los siglos XV y XVI. Sus principales exponentes se hallan en el campo de las artes, aunque también se produjo una renovación en las ciencias, tanto naturales como humanas.

El Renacimiento es fruto de la difusión de las ideas del humanismo, que determinaron una nueva concepción del hombre y del mundo.

El nombre «renacimiento» se utilizó porque éste retomaba los elementos de la cultura clásica. El término simboliza la reactivación del conocimiento y el progreso tras siglos de predominio de un tipo de mentalidad dogmática establecida en la Europa de la Edad Media. Esta nueva etapa planteó una nueva forma de ver el mundo y al ser humano, el interés por las artes, la política y las ciencias, revisando el teocentrismo medieval y sustituyéndolo por cierto antropocentrismo.

El historiador y artista Giorgio Vasari había formulado una idea determinante, el nuevo nacimiento del arte antiguo, que presuponía una marcada conciencia histórica individual, fenómeno completamente nuevo en la actitud espiritual del artista.

De hecho, el Renacimiento rompió, conscientemente, con la tradición artística de la Edad Media, a la que calificó como un estilo de bárbaros, que más tarde recibirá el calificativo de gótico. Con la misma conciencia, el movimiento renacentista se opuso al arte contemporáneo del norte de Europa.

Desde una perspectiva de la evolución artística general de Europa, el Renacimiento significó una «ruptura» con la unidad estilística que hasta ese momento había sido «supranacional».

Sobre el significado del concepto de Renacimiento y sobre su cronología se ha discutido muchísimo; generalmente, con el término «humanismo» se indica el proceso innovador, inspirado en la Antigüedad clásica y en la consolidación de la importancia del hombre en la organización de las realidades histórica y natural que se aplicó en los siglos XV y XVI.

El Renacimiento no fue un fenómeno unitario desde los puntos de vista cronológico y geográfico. Su ámbito se limitó a la cultura europea y a los territorios americanos recién descubiertos, a los que las novedades renacentistas llegaron tardíamente. Su desarrollo coincidió con el inicio de la Edad Moderna, marcada por la consolidación de los Estados europeos, los viajes transoceánicos que pusieron en contacto a Europa y América, la descomposición del feudalismo, el ascenso de la burguesía y la afirmación del capitalismo. Sin embargo, muchos de estos fenómenos rebasan por su magnitud y mayor extensión en el tiempo el ámbito renacentista.

 Etapas del arte renacentista

Diferentes etapas históricas marcan el desarrollo del Renacimiento:

La primera tiene como espacio cronológico todo el siglo XV, es el denominado Quattrocento, y comprende el Renacimiento temprano que se desarrolla en Italia.

La segunda, surge en el siglo XVI, se denomina Cinquecento, y su dominio artístico queda referido al Clasicismo o Renacimiento pleno, que se centra en el primer cuarto del siglo. En esta etapa surgen las grandes figuras del Renacimento en las artes: Leonardo, Miguel Ángel, Rafael. Es el apogeo del arte renacentista. Este periodo desemboca hacia 1520-1530 en una reacción anticlásica que conforma el Manierismo, que dura hasta el final del siglo XVI.

Mientras que en Italia se estaba desarrollando el Renacimiento, en el resto de Europa se mantiene el Gótico en sus formas tardías, situación que se va a mantener, exceptuando casos concretos, hasta comienzos del siglo XVI.

En Italia el enfrentamiento y convivencia con la Antigüedad Clásica, considerada como un legado nacional, proporcionó una amplia base para una evolución estilística homogénea y de validez general. Por ello, allí, es posible su surgimiento y precede a todas las demás naciones.

Fuera de Italia, el desarrollo del Renacimiento dependerá constantemente de los impulsos marcados por Italia. Artistas importados desde Italia o formados allí, hacen el papel de verdaderos transmisores. Monarcas como Francisco I en Francia o Carlos V y Felipe II en España imponen el nuevo estilo en las construcciones que patrocinan, influyendo en los gustos artísticos predominantes y convirtiendo el Renacimiento en una moda.

Por otra parte, los supuestos históricos que permitieron desarrollar el nuevo estilo Renacentista se remontan al siglo XIV cuando, con el Humanismo, progresa un ideal individualista de la cultura y un profundo interés por la literatura clásica, que acabaría dirigiendo, forzosamente, la atención sobre los restos monumentales clásicos.

Italia en ese momento está integrada por una serie de estados entre los que destacan Venecia, Florencia, Milán y los Estados Pontificios. La presión que se ejerce desde el exterior, sobre todo por parte de Francia y España, impidió que, como en otras naciones, se desarrollara la unión de los reinos o estados; sin embargo, sí se produjo el fortalecimiento de la conciencia cultural de los italianos. Desde estos supuestos fueron las ciudades, concebidas como ciudades-estado, las que se convierten en centros de renovación artística.

En Florencia el desarrollo de una rica burguesía ayuda al despliegue de las fuerzas del Renacimiento, la ciudad se convierte en punto de partida del nuevo estilo, y surgen, bajo la protección de los Médicis, las primeras obras que desde aquí se van a extender al resto de Italia.

 Desarrollo

Históricamente, el Renacimiento es contemporáneo de la era de los Descubrimientos y las conquistas ultramarinas. Esta «era» marca el comienzo de la expansión mundial de la cultura europea, con los viajes portugueses y el descubrimiento de América por parte de los españoles, lo cual rompe la concepción medieval del mundo, fundamentalmente teocéntrica. El fenómeno renacentista comienza en el siglo XIV y no antes, aunque al tratarse de un proceso histórico, se elige un momento arbitrariamente para determinar cronológicamente su comienzo, pero lo cierto es que se trata de un proceso que hunde sus raíces en la Baja Edad Media y va tomando forma gradualmente.

El desmembramiento de la cristiandad con el surgimiento de la Reforma protestante, la introducción de la imprenta, entre 1460 y 1480, y la consiguiente difusión de la cultura fueron uno de los motores del cambio. El determinante, sin embargo, de este cambio social y cultural fue el desarrollo económico europeo, con los primeros atisbos del capitalismo mercantil. En este clima cultural de renovación, que paradójicamente buscaba sus modelos en la Antigüedad Clásica, surgió a principios del siglo XV un renacimiento artístico en Italia, de empuje extraordinario, que se extendería de inmediato por Hungría y a otras naciones de Europa.

El artista tomó conciencia de individuo con valor y personalidad propios, se vio atraído por el saber y comenzó a estudiar los modelos de la antigüedad clásica a la vez que investigaba nuevas técnicas (claroscuro en pintura, por ejemplo). Se desarrollan enormemente las formas de representar la perspectiva y el mundo natural con fidelidad; interesan especialmente en la anatomía humana y las técnicas de construcción arquitectónica. El paradigma de esta nueva actitud es Leonardo da Vinci, personalidad eminentemente renacentista, quien dominó distintas ramas del saber, pero del mismo modo Miguel Ángel Buonarroti, Rafael Sanzio, Sandro Botticelli y Bramante fueron artistas conmovidos por la imagen de la Antigüedad y preocupados por desarrollar nuevas técnicas escultóricas, pictóricas y arquitectónicas, así como por la música, la poesía y la nueva sensibilidad humanística. Todo esto formó parte del renacimiento en las artes en Italia.

Mientras surgía en Florencia el arte del Quattrocento o primer Renacimiento italiano, así llamado por desarrollarse durante los años de 1400 (siglo XV), gracias a la búsqueda de los cánones de belleza de la antigüedad y de las bases científicas del arte, se produjo un fenómeno parecido y simultáneo en Flandes (especialmente en pintura), basado principalmente en la observación de la vida y la naturaleza y muy ligado a la figura de Tomás de Kempis y la «devotio moderna», la búsqueda de la humanidad de Cristo.  Este Renacimiento nórdico, conjugado con el italiano, tuvo gran repercusión en la Europa Oriental (la fortaleza moscovita del Kremlin, por ejemplo, fue obra de artistas italianos).

La segunda fase del Renacimiento, o Cinquecento (siglo XVI), se caracterizó por la hegemonía artística de Roma, cuyos Papas (Julio II, León X, Clemente VII y Pablo III) (algunos de ellos pertenecientes a la familia florentina de los Médici) apoyaron fervorosamente el desarrollo de las artes, así como la investigación de la Antigüedad Clásica. Sin embargo, con las guerras de Italia muchos de estos artistas, o sus seguidores, emigraron y profundizaron la propagación de los principios renacentistas por toda Europa Occidental.

Durante la segunda mitad del siglo XVI empezó la decadencia del Renacimiento, que cayó en un rígido formalismo, y tras el Manierismo dejó paso al Barroco.

 De forma genérica se pueden establecer las características del Renacimiento en:

1º. La vuelta a la Antigüedad. Resurgirán tanto las antiguas formas arquitectónicas, como el orden clásico, la utilización de motivos formales y plásticos antiguos, la incorporación de antiguas creencias, los temas de mitología, de historia, así como la adopción de antiguos elementos simbólicos. Con ello el objetivo no va a ser una copia servil, sino la penetración y el conocimiento de las leyes que sustentan el arte clásico.

2º. Surgimiento de una nueva relación con la Naturaleza, que va unida a una concepción ideal y realista de la ciencia. La matemática se va a convertir en la principal ayuda de un arte que se preocupa incesantemente en fundamentar racionalmente su ideal de belleza. La aspiración de acceder a la verdad de la Naturaleza, como en la Antigüedad, no se orienta hacía el conocimiento de fenómeno casual, sino hacía la penetración de la idea.

3º. El Renacimiento hace al hombre medida de todas las cosas. Como arte esencialmente cultural presupone en el artista una formación científica, que le hace liberarse de actitudes medievales y elevarse al más alto rango social. Los supuestos históricos que permitieron desarrollar el nuevo estilo se remontan al siglo XIV cuando, con el Humanismo, progresa un ideal individualista de la cultura y un profundo interés por la literatura clásica, que acabaría dirigiendo, forzosamente, la atención sobre los restos monumentales clásicos.

 Había dos tipos de edificios: religiosos (iglesias) y civiles (urbanos y laicos). Entre los principales elementos constructivos tenemos:

Sustentantes: Arco de medio punto y columnas. Sustentados: Cúpula, bóveda de cañón y cubiertas planas con casetones. Elementos decorativos: Pilastras, frontones, pórticos, decoración heráldica, almohadillado, voluta, grutescos, guirnaldas y medallones. Desde un principio la arquitectura renacentista tuvo un carácter profano, y, lógicamente, surgió en una ciudad en donde el Gótico apenas había penetrado, Florencia; en la Europa de las grandes catedrales, se implantó con dificultades.

Se caracterizó por el empleo de proporciones modulares, superposición de órdenes, empleo de cúpulas e introducción del orden colosal. En el Quattrocento fue frecuente recurrir a columnas y pilastras adosadas, a los capiteles clásicos (con preferencia el corintio, aunque sustituyendo los caulículos por figuras fantásticas o de animales), los fustes lisos y el arco de medio punto, a la bóveda de cañón y de arista, así como a cubiertas de madera con casetones. Lo que fundamentalmente distingue a la arquitectura del Quattrocento de la del Alto Renacimiento (o Cinquecento) es la decoración menuda (putti, guirnaldas de flores o frutos, grutescos, etc.), el alargamiento de la cúpula (catedral de Florencia, de Filippo Brunelleschi) y las fachadas de piedra tosca (Palacio Medici-Ricardi, de Michelozzo di Bartolommeo) o con los sillares en realce (Palacio Rucellai, de Bernardo Rosellino, proyecto de Alberti). La arquitectura del Cinquecento tuvo como centro Roma: En 1506 Bramante terminaba su célebre proyecto para la basílica de San Pedro en el Vaticano. Los palacios se adornaron de valiosos bajorrelieves (Palacio Grimani de Venecia, 1549, obra de Michele Sanmicheli) o de esculturas exentas (biblioteca de San Marcos, 1537-50, Venecia, obra de Jacopo Sansovino).

 Arquitectura del Renacimiento

La arquitectura renacentista tuvo un carácter marcadamente profano en comparación con la época anterior y, lógicamente, surgirá en una ciudad en donde el Gótico apenas había penetrado, Florencia. A pesar de ello, muchas de las obras más destacadas eran edificios.

Con el nuevo gusto, se busca ordenar y renovar los viejos burgos medievales e incluso se proyectan ciudades de nueva planta. La búsqueda de la ciudad ideal, opuesta al modelo caótico y desordenado del medievo, será una constante preocupación de artistas y mecenas. Así, el papa Pío II reordena su ciudad natal, Pienza, convirtiéndola en un auténtico muestrario del nuevo urbanismo renacentista. En sí, las ciudades se convertirán en el escenario ideal de la renovación artística, oponiéndose al concepto medieval en el que lo rural tenía un papel preferente gracias al monacato.

Al tomar elementos de la arquitectura clásica, los arquitectos renacentistas lo hacen de forma selectiva, así por ejemplo en lugar de utilizar la columna dórica clásica se preferirá el orden toscano. Igualmente se crean formas nuevas, como la columna abalaustrada, nuevos órdenes de capiteles o decoraciones que si bien se inspiran en la Antigüedad han de adaptarse al uso religioso de las iglesias. Así, los amorcillos clásicos que acompañaban a Venus en las representaciones griegas o romanas pasan a ser angelotes (putti). Los arquitectos emplean las proporciones modulares y la superposición de órdenes que aparecía en los edificios romanos; las cúpulas se utilizarán mucho como elemento monumental en iglesias y edificios públicos. A partir de este momento, el arquitecto abandona el cárácter gremial y anónimo que había tenido durante la Edad Media, y se convierte en un intelectual, un investigador. Muchos de ellos escribieron tratados y obras especulativas de gran trascendencia, como el caso de Leon Battista Alberti o Sebastiano Serlio.

 Los elementos constructivos más característicos del estilo renacentista serán:

Estructurales: Arco de medio punto, columnas, cúpula semiesférica, bóveda de cañón y cubierta plana con casetones. Todos ellos habían sido usados en la Antigüedad, especialmente por el arte romano, y se recuperan ahora, modificándolos. Decae paulatinamente el tradicional método de construcción del Gótico, abandonándose en gran medida las bóvedas de crucería, el arco apuntado, las naves escalonadas, y sobre todo la impresión de colosalismo y multiplicidad de los edificios medievales. Predominarán ahora valores como la simetría, la claridad estructural, la sencillez, y sobre todo, la adaptación del espacio a la medida del hombre.

Decorativos: Pilastras, frontones, pórticos, motivos heráldicos, almohadillados, volutas, grutescos, guirnaldas, motivos de candelieri (candelabros o pebeteros) y tondos o medallones. Algunos de éstos ya se habían utilizado en el Gótico, otros son creaciones originales y la mayoría se inspiran en modelos romanos y griegos. En cuanto a la decoración el Renacimiento preconiza el despojamiento, la austeridad, el orden. Sólo a finales del siglo XVI esta tendencia se romperá en favor de la fantasía y la riqueza decorativa con el Manierismo.

 Por etapas, se pueden distinguir dos grandes momentos:

Basílica de San Pedro, obra de Bramante y Miguel Ángel en su mayor parte; la cúpula fue terminada por Giacomo della Porta, y la fachada es obra de Carlo Maderno, de época barroca. Concebida inicialmente según un diseño centralizado, las variaciones en la dirección de la obra dieron como resultado un nuevo prototipo de iglesia, llamado a extenderse con la Contrarreforma.

En el Quattrocento fue frecuente recurrir a columnas y pilastras adosadas, a los capiteles clásicos (con preferencia el corintio, aunque sustituyendo los caulículos por figuras fantásticas o de animales), fustes lisos y casi omnipresencia del arco de medio punto. Se usa también la bóveda de cañón y de arista, y cubiertas de madera con casetones. Lo que fundamentalmente distingue a la arquitectura del Quattrocento de la del Alto Renacimiento es la decoración menuda (putti, guirnaldas de flores o frutos, grutescos, etc.), las cúpulas con nervios, con ciertos resabios góticos (catedral de Florencia, de Filippo Brunelleschi) y las fachadas simétricas de pisos superpuestos (Palacio Medici-Riccardi, de Michelozzo di Bartolommeo) o con sillares almohadillados (Palacio Rucellai, de Bernardo Rossellino, proyecto de Alberti, Palacio Pitti). En general, la arquitectura cuatrocentista da la impresión de orden, sencillez, ligereza y simetría, predominando en el interior de los edificios la luminosidad y la desnudez. Los arquitectos más destacados de este período son Brunelleschi, Michelozzo, Leon Battista Alberti, y la principal obra será la Catedral de Santa María de la Flor, de Florencia, y su famosa cúpula.
   
El Cinquecento, Renacimiento pleno o Alto Renacimiento tuvo como centro Roma: En 1506 Donato d'Angelo Bramante terminaba su célebre proyecto para la basílica de San Pedro en el Vaticano, que será el edificio que marque la pauta en lo restante del siglo XVI. En esta etapa, los edificios tienden más a la monumentalidad y la grandiosidad. Miguel Ángel introduce el orden gigante en su proyecto para la basílica, lo que rompe con el concepto de arquitectura hecha a la medida del hombre. Los palacios se adornan con elaborados bajorrelieves (Palacio Grimani de Venecia, 1549, obra de Michele Sanmicheli) o de esculturas exentas (Biblioteca de San Marcos,1537–50, Venecia, obra de Jacopo Sansovino). Predominará de este modo la idea de riqueza, monumentalidad y lujo en las construcciones. A medida que avanza el siglo el Manierismo se introduce en la arquitectura, con edificios cada vez más suntuosos, rebuscadas decoraciones y elementos que pretenden captar la atención del espectador por su originalidad o extravagancia (Palazzo del Tè, en Mantua, por Giulio Romano). Podemos distinguir, de este modo, como en las demás disciplinas artísticas, dos periodos: el Clasicismo de principios de siglo, con autores como Bramante, Miguel Ángel, Antonio da Sangallo el Viejo, Jacopo Sansovino, y el manierismo que se da a partir de 1530, siendo sus principales autores Andrea Palladio, Giorgio Vasari, Giulio Romano, Jacopo Vignola, Vincenzo Scamozzi. Hay que apuntar que la ruptura del Manierismo no fue radical puesto que ya en la obra de Miguel Ángel aparecen elementos que la preludian.

 Pintura renacentista

En pintura, las novedades del Renacimiento se introducirán de forma paulatina pero irreversible a partir del siglo XV. Un antecedente de las mismas fue Giotto (1267-1337), pintor aún dentro de la órbita del Gótico, pero que desarrolló en sus pinturas conceptos como volumen tridimensional, perspectiva, naturalismo, que alejan su obra de los rígidos modos de la tradición bizantina y gótica y preludian el Renacimiento pictórico.

En el Quattrocento (siglo XV), se recogen todas estas novedades y se adaptan a la nueva mentalidad humanista y burguesa que se expandía por las ciudades-estado italianas. Los pintores, aun tratando temas religiosos la mayoría de ellos, introducen también en sus obras la mitología, la alegoría y el retrato, que se desarrollará a partir de ahora enormemente. Una búsqueda constante de los pintores de esta época será la perspectiva, objeto de estudio y reflexión para muchos artistas: se trató de llegar a la ilusión de espacio tridimensional de una forma científica y reglada. La pintura cuatrocentista es una época de experimentación; las pinturas abandonan lenta y progresivamente la rigidez gótica y se aproximan cada vez más a la realidad. Aparece la naturaleza retratada en los fondos de las composiciones, y se introducen los desnudos en las figuras. Los pintores más destacados de esta época serán: en Florencia, Fra Angélico, Masaccio, Benozzo Gozzoli, Piero della Francesca, Filippo Lippi, Paolo Uccello. En Umbría, Perugino. En Padua, Mantegna, y en Venecia Giovanni Bellini. Por encima de todos ellos destaca Sandro Botticelli, autor de alegorías, delicadas Maddonas y asuntos mitológicos. Su estilo dulce, muy atento a la belleza y sensibilidad femeninas, y predominantemente dibujístico, caracterizan la escuela florentina de pintura y toda esta época. Otros autores del Quattrocento italiano son Andrea del Castagno, Antonio Pollaiuolo, il Pinturicchio, Domenico Ghirlandaio, Cima da Conegliano, Luca Signorelli, Cosme Tura, Vincenzo Foppa, Alessio Baldovinetti, Vittore Carpaccio, y en el sur de la península, Antonello da Messina.

El Cinquecento (siglo XVI) fue la etapa culminante de la pintura renacentista, y denominada por ello a veces como Clasicismo. Los pintores asimilan las novedades y la experimentación cuatrocentistas y las llevan a nuevas cimas creativas. En este momento aparecen grandes maestros, cuyo trabajo servirá de modelo a los artistas durante siglos.

El primero de ellos fue Leonardo da Vinci (1452-1519), uno de los grandes genios de todos los tiempos. Fue el ejemplo más acabado de artista multidisciplinar, intelectual y obsesionado con la perfección, que le llevó a dejar muchas obras inconclusas o en proyecto. Poco prolífico en su faceta pictórica, aportó sin embargo muchas innovaciones que condujeron a la historia de la pintura hacia nuevos rumbos. Quizá su principal aportación fue el sfumato o claroscuro, delicada gradación de la luz que otorga a sus pinturas una gran naturalidad, a la vez que ayuda a crear espacio. Estudiaba cuidadosamente la composición de sus obras, como en la muy difundida Última Cena, donde las figuras se ajustan a un esquema geométrico. Supo unir en sus trabajos la perfección formal a ciertas dosis de misterio, presente, por ejemplo, en la celebérrima Gioconda, La Virgen de las Rocas o el San Juan Bautista.

Miguel Ángel (1475-1564) es la segunda, cronológicamente, gran figura. Fundamentalmente escultor, se dedicó a la pintura de forma esporádica, a petición de algunos admiradores de su obra, sobre todo el papa Julio II. Los frescos de la Capilla Sixtina muestran el atormentado mundo interior de este artista, poblado de figuras monumentales, sólidas y tridimensionales como si fueran esculturas, y de llamativa presencia física. En su obra cobra mucha importancia el desnudo, aun cuando la casi totalidad de la misma fue hecha para decorar iglesias.

Rafael Sanzio (1483-1520) completa la tríada de genios del Clasicismo. Su estilo tuvo un enorme éxito y se puso de moda entre los poderosos. La pintura de Rafael busca ante todo la gracia, o belleza equilibrada y serena. Sus Madonnas recogen las novedades de Leonardo en lo que se refiere a composición y claroscuro, añadiendo una característica: dulzura. Anticipa claramente la pintura manierista en sus últimas obras, cuyo estilo agitado y dramático copiarán y difundirán sus discípulos.

Con la aparición de estos tres grandes maestros, los artistas contemporáneos asumen que el arte ha llegado a su culmen (concepto recogido en la obra de Giorgio Vasari, Las Vidas) y se afanarán por tanto en incorporar estos logros, por un lado, y en la búsqueda de un estilo propio y original como forma de superarlos. Ambas cosas, junto con el ambiente pesimista que se respiraba en la Cristiandad en la década de 1520 (Saco de Roma, Reforma protestante, guerras), hizo surgir con fuerza a partir de los años 30 del siglo XVI una nueva corriente, el Manierismo. Se buscará a partir de entonces lo extravagante, lo extraño, lo exagerado y lo irreal. Pertenecen a la corriente pictórica Pontormo, Bronzino, Parmigianino, Rosso Fiorentino o Francesco Salviati. Otros autores tomarán algunas novedades manieristas pero siguiendo una línea más personal y clasicista. Entre ellos podemos citar a Sebastiano del Piombo, Correggio, Andrea del Sarto o Federico Barocci.

Dentro de las diferentes escuelas que surgen en Italia en el Cinquecento, la de Venecia presenta especiales características. Si los florentinos ponían el acento en el diseño, es decir, en la composición y la línea, los pintores venecianos se centrarán en el color. Las especiales características del estado veneciano pueden explicar algo de esta particularidad, puesto que se trataba de una sociedad elitista, amante del lujo y muy relacionada con Oriente.

La escuela veneciana reflejará esto mediante una pintura refinada, hedonista, menos intelectual y más vital, muy decorativa y colorista. Precursores de la escuela veneciana del Cinquecento fueron Giovanni Bellini y, sobre todo, Giorgione, pintor alegorías, paisajes y asuntos religiosos melancólicos y misteriosos. Deudor de su estilo fue Tiziano (1476?-1576), el mayor pintor de esta escuela, excelente retratista, quizá el más demandado de su tiempo; autor de complejas y realistas composiciones religiosas, llenas de vida y colorido. En la última etapa de su vida deshace los contornos de las figuras, convirtiendo sus cuadros en puras sensaciones de luz y color, anticipo del Impresionismo. Tintoretto, Paolo Veronese y Palma el Viejo continuarán esta escuela llevándola hacia el Manierismo y anticipando en cierta manera la pintura Barroca.

 Escultura del Renacimiento

Como en las demás manifestaciones artísticas, los ideales de vuelta a la Antigüedad, inspiración en la naturaleza, humanismo antropocéntrico e idealismo fueron los que caracterizaron la escultura de este período. Ya el Gótico había preludiado en cierta manera algunos de estos aspectos, pero algunos hallazgos arqueológicos (el Laocoonte, hallado en 1506, o el Torso Belvedere) que se dieron en la época supusieron una auténtica conmoción para los escultores y sirvieron de modelo e inspiración para las nuevas realizaciones.

Aunque se seguirán haciendo obras religiosas, en las mismas se advierte un claro aire profano; se reintroduce el desnudo y el interés por la anatomía con fuerza, y aparecen nuevas tipologías técnicas y formales, como el relieve en stiacciato (altorrelieve con muy poco resalte, casi plano) y el tondo, o composición en forma de disco; también la iconografía se renueva con temas mitológicos, alegóricos y heroicos. Aparece un inusitado interés por la perspectiva, derivado de las investigaciones arquitectónicas coetáneas, y el mismo se plasma en relieves, retablos, sepulcros y grupos escultóricos. Durante el Renacimiento decae en cierta manera la tradicional talla en madera policromada en favor de la escultura en piedra (mármol preferentemente) y se recupera la escultura monumental en bronce, caída en desuso durante la Edad Media.

Los talleres de Florencia serán los más reputados de Europa en esta técnica, y surtirán a toda Europa de estatuas de este material.

 Los dos siglos que dura el Renacimiento en Italia darán lugar, igual que en las demás artes, a dos etapas:
   
Quattrocento (siglo XV): El centro escultórico principal será Florencia, donde la familia Médicis y con posterioridad la República ejercerán de mecenas de numerosas obras. Lorenzo el Magnífico era aficionado a las esculturas griegas y romanas y había formado una interesante colección de las mismas, poniendo de moda el gusto clásico. Los autores más destacados de la época serán Lorenzo Ghiberti (Puerta del Paraíso del Baptisterio de Florencia), Andrea Verrocchio (Monumento al condotiero Colleoni), Donatello, el taller de los hermanos Della Robbia, que introducen la cerámica vidriada y policromada como novedad, utilizándola en decoraciones de edificios; Jacopo della Quercia, Desiderio da Settignano y Bernardo Rossellino.
   
El más importante de ellos es Donatello (1386-1466), gran creador que partiendo de los supuestos del Gótico establece un nuevo ideal inspirado en la grandeza clásica. Suyo es el mérito de rescatar el monumento conmemorativo público (su Condotiero Gattamelata, es una de las primeras estatuas ecuestres de bronce desde la Antigüedad), la utilización heroica del desnudo (David) y la intensa humanización de las figuras, llegando al retrato en ocasiones, pero sin abandonar nunca una orientación claramente idealista.

Cinquecento (siglo XVI). Esta época está marcada por la aparición estelar de uno de los escultores más geniales de todos los tiempos, Miguel Ángel Buonarrotti (1475-1564). Hasta tal punto marcó la escultura de todo el siglo, que muchos de sus continuadores no fueron capaces de recoger todas sus novedades y éstas no se desarrollarán hasta varios siglos después.

Miguel Ángel fue, como tantos otros en esta época, un artista multidisciplinar. Sin embargo, él se consideraba preferentemente escultor. En sus primeras obras recoge el interés arqueológico surgido en Florencia: así, su Baco ebrio fue realizado con intención de que aparentara ser una escultura clásica. Igual espíritu se aprecia en la Piedad, realizada entre 1498-1499 para la Basílica Vaticana. Protegido primero por los Médicis, para los que crea las Tumbas Mediceas, soberbio ejemplo de expresividad, marchará luego a Roma donde colaborará en los trabajos de construcción de la nueva Basílica. El pontífice Julio II lo toma bajo su protección y le encomienda la creación de su Mausoleo, denominado por el artista como «la tragedia de la sepultura» por los cambios y demoras que sufrió el proyecto.

En las esculturas hechas para este sepulcro, como el célebre Moisés, aparece lo que se ha venido denominando terribilitá miguelangelesca: una intensa a la vez que contenida emoción que se manifiesta en anatomías sufrientes, exageradas y nerviosas (músculos en tensión), posturas contorsionadas y escorzos muy rebuscados. Los rostros, sin embargo, suelen mostrarse contenidos.

En sus obras finales el artista desdeña de la belleza formal de las esculturas y las deja inacabadas, adelantando un concepto que no volvería al arte hasta el siglo XX. Miguel Ángel continúa con la tradición de monumentos públicos heroicos y profanos que inició Donatello y la lleva a una nueva dimensión con su conocido David, esculpido para la Piazza della Signoria de Florencia.

En los años finales de la centuria, la huella de Miguel Ángel tiene sus réplicas en Benvenuto Cellini (Perseo de la Loggia dei Lanzi de Florencia, espacio concebido como museo de escultura al aire libre), Bartolomeo Ammannati, Giambologna y Baccio Bandinelli, que exagerarán los elementos más superficiales de la obra del maestro, situándose plenamente todos ellos en la corriente manierista. Destaca en esta época también la saga familiar de los Leoni, broncistas milaneses al servicio de los Habsburgo españoles, auténticos creadores de la imagen áulica, un tanto estereotipada, de estos monarcas. Su presencia en España llevará allí de primera mano las novedades renacentistas, extendiendo su influjo hasta la escultura barroca.

 Renacimiento español

En España el cambio ideológico no es tan extremo como en otros países; no se rompe abruptamente con la tradición medieval, por ello se habla de un Renacimiento español más original y variado que en el resto de Europa. Así, la literatura acepta las innovaciones italianas (Dante y Petrarca), pero no olvida la poesía del Cancionero y la tradición anterior. Como síntesis del Renacimiento y preludio del Barroco, la literatura contará con la figura capital de Miguel de Cervantes (siglos XVI–XVII).

En cuanto a las artes plásticas, el Renacimiento hispano mezcló elementos importados de Italia (de donde llegaron algunos artistas, como Paolo de San Leocadio, Pietro Torrigiano o Domenico Fancelli) con la tradición local, y con algunos otros influjos (lo flamenco, por ejemplo, estaba muy de moda en la época por las intensas relaciones comerciales y dinásticas que unían estos territorios a España). Las innovaciones renacentistas llegaron a España de forma muy tardía; hasta la década de 1620 no se encuentran ejemplos acabados de las mismas en las manifestaciones artísticas, y tales ejemplos son dispersos y minoritarios. No llegan a España plenamente, pues, los ecos del Quattrocento italiano (sólo por obra de la familia Borgia aparecen artistas y obras de esa época en el área levantina), lo que determina que el arte renacentista español pase casi abruptamente del Gótico al Manierismo.

En el campo de la arquitectura, tradicionalmente se distinguen tres periodos: Plateresco (siglo XV-primer cuarto del siglo XVI), Purismo o estilo italianizante (primera mitad del XVI) y estilo Herreriano (a partir de 1559-mediados del siglo siguiente). En el primero de ellos, lo renaciente aparece de forma superficial, en la decoración de las fachadas, mientras que la estructura de los edificios sigue siendo gotizante en la mayoría de los casos. Lo más característico del Plateresco es un tipo de decoración menuda, detallista y abundante, semejante a la labor de los plateros (de donde deriva el nombre). El núcleo fundamental de esta corriente fue la ciudad de Salamanca, cuya Universidad y su fachada son el paradigma del estilo; arquitectos destacados del mismo fueron Rodrigo Gil de Hontañón y Juan de Álava. El Purismo representa una fase más avanzada de la italianización de la arquitectura. El palacio de Carlos V en la Alhambra de Granada, obra de Pedro de Machuca, es ejemplo de ello. El foco principal de este estilo se situó en Andalucía, donde además del citado palacio destacaron los núcleos de Úbeda y Baeza y arquitectos como Andrés de Vandelvira y Diego de Siloé. Finalmente, aparece el estilo Escurialense o Herreriano, original adaptación del Manierismo romano caracterizada por la desnudez y el gigantismo arquitectónico. La obra fundamental será el palacio-monasterio de El Escorial, trazado por Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera, sin duda la obra más ambiciosa del Renacimiento hispano.

Lo escurialense traspasó el umbral cronológico del siglo XVI llegando con gran vigencia a la época barroca.

En escultura, la tradición gótica mantuvo su hegemonía durante buena parte del siglo XVI. Los primeros ecos del nuevo estilo corresponden por lo general a artistas venidos de fuera, como Felipe Vigarny o Domenico Fancelli, que trabajará al servicio de los Reyes Católicos, esculpiendo su sepulcro (1517). No obstante, pronto surgirán artistas locales que asimilan las novedades italianas, adaptándolas al gusto hispano, como Bartolomé Ordóñez y Damián Forment. En una fase más madura del estilo surgen grandes figuras, creadoras de un peculiar Manierismo que sentará las bases de la posterior escultura barroca: Juan de Juni y Alonso Berruguete son los más destacados.

La pintura renacentista española está determinada igualmente por el pulso que mantiene la herencia del Gótico con los nuevos modos venidos de Italia. Esta dicotomía se aprecia en la obra de Pedro Berruguete, que trabajó en Urbino al servicio de Federico de Montefeltro, y Alejo Fernández. Posteriormente aparecen artistas conocedores de las novedades italianas coetáneas, como Vicente Macip o su hijo Juan de Juanes, influidos por Rafael; Luis de Morales, Juan Fernández de Navarrete o los leonardescos Fernando Yáñez y Hernando de los Llanos. Pero la gran figura del Renacimento español, y uno de los pintores más originales de la Historia, se inscribe ya en el Manierismo, aunque rebasando sus límites al crear un universo estilístico propio: El Greco (1541-1614).

 Renacimiento alemán

El Renacimiento artístico no fue en Alemania una tentativa de resurrección del arte clásico, sino una renovación intensa del espíritu germánico, motivado por la Reforma protestante.

Alberto Durero (1471-1528), fue la figura dominante del Renacimiento alemán. Su obra universal, que ya en vida fue reconocida y admirada en toda Europa, impuso la impronta del artista moderno, uniendo la reflexión teórica con la transición decisiva entre la práctica medieval y el idealismo renacentista. Sus pinturas, dibujos, grabados y escritos teóricos sobre arte ejercieron una profunda influencia en los artistas del siglo XVI de su propio país y de los Países Bajos. Durero comprendió la imperiosidad de adquirir un conocimiento racional de la producción artística, e introdujo el idealismo de raigambre italiana en el arte alemán.

La pintura germánica conoció en esta época uno de sus mayores momentos de esplendor. Junto a la figura fundamental de Durero surgieron otros grandes autores, como Lucas Cranach el Viejo, pintor por antonomasia de la Reforma protestante; Hans Baldung Grien, introductor de temáticas siniestras y novedosas, deudoras en cierto modo del arte medieval; Matthias Grünewald, uno de los precursores del expresionismo; Albrecht Altdorfer, excelente paisajista, o Hans Holbein el Joven, que desarrolló casi toda su producción, centrada en el retrato, en Inglaterra.

Tras la Reforma, el mecenazgo de la nobleza alemana se centró en primer lugar en la arquitectura, por la capacidad de ésta para mostrar el poder y prestigio de los gobernantes. Así, a mediados del siglo XVI se amplia el castillo de Heidelberg, siguiendo las directrices clásicas. Sin embargo, la mayoría de los príncipes alemanes prefirieron conservar las obras góticas, limitándose a decorarlas con ornamentación renacentista.
Los emperadores Habsburgo y la familia Fugger fueron los más importantes mecenas, destacándose por su protección a grandes figuras como Johannes Kepler y Tycho Brahe.

 Renacimiento en Francia

En Francia, la influencia italiana se dejó sentir desde muy temprano, favorecida por la cercanía geográfica, los vínculos comerciales y la monarquía, que ambicionaba anexionar los territorios limítrofes de la península italiana, y lo consiguió en algunos momentos. Sin embargo, el impulso definitivo a la adopción de las formas renacentistas se dio bajo el reinado (1515-1547) de Francisco I. Este monarca, gran mecenas de las artes y aficionado a todo lo que procediera de Italia, protegió a importantes maestros, solicitando sus servicios para la Corte francesa (entre ellos el mismo Leonardo da Vinci, que murió en el Castillo de Cloux), a la vez que emprendió un ambicioso programa de revitalización cultural que revolucionó el desarrollo de las artes en el país. Conviene tener presente que Francia fue la cuna del Gótico y que por tanto este estilo estaba fuertemente arraigado y podía ser visto como un estilo nacional. De ahí que las formas góticas continuaran presentes durante un tiempo, a pesar del nuevo estilo impuesto por la Corte.

En cuanto a la arquitectura, la monarquía, fortalecida y en período de expansión territorial, había patrocinado ya desde el siglo XV la remodelación de los viejos chateaux medievales y la creación de nuevas residencias más acordes con los tiempos. Pero fue precisamente Francisco I el que dio un impulso definitivo a esta operación renovadora, que tuvo varios focos. El primer edificio renacentista en Francia fue el Castillo de Saint-Germain-en-Laye, imponente fortaleza de ladrillo y piedra en la que aparecen pequeños detalles renacientes, dentro de una general sobriedad de aire militar. De estilo más avanzado serán los Castillos del Valle del Loira, conjunto de mansiones para la realeza y la nobleza que muestran los rasgos más característicos del Renacimiento francés: decorativismo de raigambre manierista, recuerdos goticistas en las estructuras, y quizá lo más novedoso: una perfecta integración de los edificios en la naturaleza circundante, como se ve en el grácil puente del Castillo de Chenonceau. El más célebre dentro de este conjunto es el Castillo de Chambord, que presenta grandes audacias estilísticas, como una escalera interna helicoidal. Otros ejemplos de estas residencias suburbanas son los castillos de Amboise, Blois y Azay-le-Rideau.

Además de todas estas realizaciones, Francisco I se embarcó en la que quizá fue la obra fundamental de este período: el Palacio de Fontainebleau, vieja mansión de los reyes franceses que se renovará totalmente. En el edificio en sí, se aprecia ya el triunfo de las formas italianas, aunque adaptadas al gusto francés con sus típicas chimeneas y mansardas. Incluye fragmentos de desbordante creatividad, como la célebre escalera imperial, anticipo de soluciones barrocas. No obstante, quizá lo más destacado del proyecto fue que involucró a creadores de prácticamente todas las disciplinas artísticas, algunos venidos expresamente de Italia como los pintores Francesco Primaticcio o Rosso Fiorentino, el famoso escultor Benvenuto Cellini, o el arquitecto Sebastiano Serlio, importante autor de tratados de arquitectura del que apenas se conocen obras salvo este palacio. Las novedades que se fraguaron aquí trapasarían el ámbito local y darían origen a todo un estilo, el estilo de Fontainebleau, un manierismo refinado al servicio de los gustos aristocráticos.

Tras Francisco I, las formas a la italiana acabaron imponiéndose definitivamente en la arquitectura bajo Enrique II, cuya esposa pertenecía a la familia florentina más poderosa (Catalina de Médicis). Bajo su mandato (1547-1559) se reformó la antigua sede de la Corte en París, el Palacio del Louvre, convirtiéndolo en un moderno edificio de estética plenamente manierista. La reforma fue dirigida por uno de los arquitectos franceses más destacados del momento, Pierre Lescot, que diseñó el gran patio central (Cour Carrée), con características fachadas en las que utiliza el módulo de arco de triunfo clásico. Asimismo, estos monarcas iniciaron la construcción de un nuevo palacio, enfrente del Louvre, el Palacio de las Tullerías, en el que intervino el otro gran arquitecto francés del Renacimiento, Philibert Delorme.

La escultura del Renacimiento en Francia fue también al compás de lo dictado por Italia. Francia dejó de ser ya a finales del siglo XIV el gran centro escultórico de Europa que fue gracias a los talleres catedralicios, situación que continuaría durante el siglo XV, y aún más en el XVI. Es paradójico y a la vez revelador que esta situación coincida con la consolidación progresiva de la institución monárquica, evidentemente deseosa de renovar su imagen y dispuesta a usar el arte como instrumento propagandístico de primer orden. No obstante de la pérdida de hegemonía en este campo, que de todas formas nunca había sido definitiva, surgieron grandes figuras al calor de los proyectos reales; es de destacar el carácter ornamental y decorativo que tuvieron las esculturas, subordinándose al proyeto general de los edificios e integrándose en éstos. Dos fueron los autores más sobresalientes: Germain Pilon y Jean Goujon.

La pintura también experimentó el progresivo declive de las formas góticas tradicionales y la llegada del nuevo estilo. Como se ha señalado, se conocieron en Francia de primera mano las formas pictóricas italianas en el siglo XVI gracias a la llegada de autores muy innovadores, como Leonardo o Rosso Fiorentino. Francisco I impulsó la formación de artistas franceses bajo la dirección de maestros italianos, como Niccolò dell'Abbate o Primaticcio, siendo este último el responsable de la decoración del palacio de Fontainebleau y la organización de las fiestas de la Corte, y teniendo por tanto a sus órdenes a muchos artesanos y artistas. Esta convivencia de talentos, escuelas, disciplinas y géneros dio origen a la llamada escuela pictórica de Fontainebleau, una derivación del manierismo pictórico italiano que incide en el erotismo, el lujo, los temas profanos y las alegorías, todo ello muy del gusto de su clientela principal, la aristocracia.

La mayor parte de los artistas de Fontainebleau fueron anónimos, precisamente por esa integración de las artes que se propugnaba y por el magisterio de los artistas consagrados. No obstante, conocemos los nombres de algunos pintores, figurando Jean Cousin el Viejo o Antoine Caron entre los más destacados. Sin embargo, el pintor francés más importante de la época, a a vez que uno de los grandes retratistas de todos los tiempos, aunque gran parte de su obra se haya perdido, fue François Clouet, que superó a su padre, el también apreciable Jean Clouet, en la fiel plasmación de la vida de los poderosos de la época, con una profundidad psicológica y brillantez formal cuyo precedente hay que buscarlo en Jean Fouquet, gran pintor del siglo XV aún en la órbita del Gótico.

 Cúpula de Brunelleschi

En el concurso de 1418 para la cúpula de la catedral participó también Ghiberti, pero el ganador fue Brunelleschi. De esta manera, el 1420 se le confió la finalización de la catedral (iniciada el 1296 por Arnolfo de Cambio; la fachada moderna -de finales del siglo XIX- substituye la que fue destruida el 1588) mediante la cúpula que estaba como coronación del crucero. La dificultad inicial radicaba en la magnitud de la cúpula y su empuje colosal, más difícil de contrarrestar que las de Pisa y Siena. "El problema de cubrir aquel amplio espacio con una gran cúpula o cimborrio se planteaba fundamentalmente en torno a la necesidad de construir una gran cimbra y los andamiajes, lo que suponía un elevado coste. Brunelleschi, que gozaba de gran prestigio entre sus coetáneos, obtuvo el encargo sin indicar detalladamente el procedimiento a seguir. Fue entonces, según relata Vasari, cuando tuvo lugar la escena en la que, al responder a los desconfiados que insistían en conocer el método a emplear, después de rogarles que pusiesen un huevo derecho y tras intentarlo infructuosamente aquéllos, Brunelleschi lo logró cascando ligeramente su base, anécdota que ha pasado a la historia como atribuida a Cristóbal Colón.

Brunelleschi conocía la cúpula del Panteón de Roma, aunque no se inspiró directamente en ella. El Panteón es una semiesfera apoyada en gruesos muros de carga y diseñada para ser vista desde el interior. Brunelleschi se enfrentaba con una base octogonal de diámetro parecido, lo que complicaba el equilibrio de fuerzas, y quería levantar una cúpula que fuera un referente para la ciudad. No podía, pues, usar muros de carga ya que éstos no permiten cúpulas que sobresalgan más de una tercera parte de su diámetro por encima de los muros.

También conocía la técnica constructiva de las cúpulas bizantinas con sus nervaduras, materiales ligeros y la distribución de las fuerzas y cargas en pechinas y contrafuertes, puesto que la cúpula del baptisterio de Florencia se inspira en ellas.

Se trata de una cúpula apuntada y rematada por una gran linterna, con una estructura realizada con ladrillos, sobre una base octogonal y compuesta de dos cascarones paralelos. Tanto el interior como el exterior son apuntados siguiendo un arco con un radio de 6/7 del diámetro del octógono inscrito en su base. Como la capa interior, al tener un radio menor, se cierra antes, la anchura de la segunda capa aumenta con la altura. La diferencia de radios de curvatura contribuye a que las fuerzas se distribuyan siguiendo una curva llamada de pétalo de flor, con un punto de máximo tensión en el cual colocó un anillo de refuerzo con vigas de madera. Entre ambas capas se encuentra la capa de aire con los nervios y anillos que forman la estructura de la cúpula. Esta capa vacía permite aligerar casi en un tercio el peso total de la cúpula, así como la existencia de dos galerías que permiten acceder a la linterna. La combinación de las tres capas y la forma apuntada permite una reducción de peso de casi un 45 % respecto a una cúpula semiesférica. Desde el punto de vista mecánico y dinámico las tres capas actúan como una sola.

La cúpula pesa entre 25.000 y 27.000 toneladas, un 10,5 % del cual es el peso de la linterna. Se trata de la mayor estructura de ladrillo del mundo, construida con ladrillos romanos, de muy buena calidad, y fabricados bajo la estricta supervisión de Brunelleschi. Todos tienen un grosor de 5,1 cm y un largo entre 15,2 y 30 cm.

Se utilizó la piedra en la base de las capas interna y externa. Estos anillos de piedra deberían haber alcanzado una altura equivalente a la tercera parte de la altura total de la cúpula; pero Brunelleschi, una vez conseguido el control absoluto de la obra, paralizó las hiladas de piedra cuando todavía no habían alcanzado la mitad de la altura prevista. Los modillones que sobresalen servían para apoyar los andamios durante la construcción.

La cúpula está formada por 24 nervios de ladrillos dispuestos en forma de espina de pez. Los ocho que recorren los vértices de la cúpula, son los nervios principales, ya que recogen el peso de la estructura. Dos nervios más por cara ayudan a repartir el peso de la cúpula. Este total de 24 nervios parten de un anillo de piedra y ladrillo en la base de la cúpula, el cual recoge sus esfuerzos y los transmite al tambor. Paralelamente al anillo de la base, hay once anillos formados por arcos de ladrillo entre nervio y nervio, que distribuyen las fuerzas tangenciales de manera uniforme y transmiten el peso de las estructuras a los nervios. Los ocho nervios de piedra y mármol que se ven en el exterior son decorativos y no cumplen ninguna función estructural, ya que los nervios que aguantan la cúpula no se ven ni desde fuera de la catedral ni desde dentro. Sirven para definir los ocho triángulos que forman la cúpula y le confieren, rompiendo la indefinición de una cúpula monocroma, un volumen y consistencia que, de otra manera, hubieran quedado difuminados.

La base exterior de la cúpula tendría que estar rodeada por una galería de la que sólo se construyó en una de las ocho caras. Los óculos del tambor son anteriores a la obra de Brunelleschi.

La linterna, con sus 16 metros de altura y un peso aproximado del 10% de total de la cúpula, es una pieza clave en el conjunto arquitectónico. Hasta aquel momento las linternas eran pequeñas o inexistentes. Está inspirada en los templos circulares de la Roma Imperial y abierta a los vientos. Está diseñada como el remate indispensable a una cúpula apuntada y es una especie de punto de fuga de la perspectiva de la catedral.

La cúpula se levanta sobre un cimborrio octogonal y subdivide su peso, para dar menos empuje, con una cúpula interior más baja y una cúpula externa que, peraltándose en arco apuntado, sirve de contrafuerte a la cúpula interior. En efecto, las cúpulas semiesféricas tienden, debido al peso de su centro, a hundirse de manera que sus extremos se abren hacia fuera; en cambio, las cúpulas apuntadas tienden a abrirse por la cúspide y, en consecuencia, sus extremos ejercen un gran impulso hacia dentro. Al combinar ambas, Brunelleschi pudo contrarrestar el empuje horizontal de la cúpula semiesférica con el peso, en sentido contrario, de la cúpula exterior de perfil apuntado (es el mismo sistema que las cúpulas cistercienses). Además, unió las dos cúpulas mediante costillas en los ángulos y circundó la cúpula interior con grandes anillos de vigas de madera unidas entre sí con barras de hierro: esta combinación constituye la verdadera invención de Brunelleschi. La idea de las dos cúpulas permite, por otra parte, dejar un espacio libre entre ambas, con lo que se resuelve asimismo el problema de la accesibilidad a la parte alta de la construcción y al trasdós de la cúpula interior.

Introdujo también el sistema de construirla sin cimbras: la cúpula no se podía levantar con los medios técnicos disponibles (recordemos que una cúpula en construcción tenía que ser sostenida hasta llegar a la clave de bóveda, mediante grandes estructuras de madera y ya no se sabían construir cimbras tan grandes). Evidentemente, cuando en el Trecento se construyó el tambor había en Florencia carpinteros capaces de armar cimbras de este tamaño; pero finalizado el tiempo de las grandes construcciones y con la tendencia al refinamiento decorativo, se había perdido el oficio para realizar trabajos de esta envergadura. Brunelleschi hubiese podido intentar recuperar la técnica olvidada, pero optó por inventar una nueva técnica, pero no para construir cimbras sino para auto sostener la cúpula durante su construcción: la cúpula se iba cerrando a medida que iba subiendo.

La cúpula de Florencia es uno de los pocos monumentos que desde su construcción se ha considerado unánimemente como perfecto. Para levantar aquella media naranja, Brunelleschi estudió las antigüedades romanas, los cimborrios medievales y las cúpulas bizantinas de Ravenna. En las formas perfectas de su arquitectura, expresó no sólo una nueva y grandiosa concepción del mundo, sino una nueva condición de la mente humana: la cúpula de Santa Maria del Fiore tenía que ser la clave que coordinara en un nuevo sistema todos los elementos que componían la catedral, de manera que la significación global del monumento fuese la expresión no de la antigua sociedad medieval que había construido el templo, sino de la actual sociedad florentina.

Proyectó la doble cúpula no sólo por razones técnicas que exigía la mecánica de fuerzas, sino por una específica razón formal: "perché la torni piú magnifica e gonfiata". Es decir, que la finalidad de la doble cúpula es la de diferenciar sus proporciones según se trate de los espacios vacíos del interior o de los volúmenes plenos, de la distribución de las masas, en el exterior. Efectivamente, en el interior la cúpula no tiene nervaduras y los triángulos esféricos, al encontrarse, determinan ángulos diedros, curvos; de esta manera, la cúpula interna coordina las distintas direcciones espaciales de la nave y del tambor octogonal y las conduce al profundo vacío, en fuga, de la linterna, de acuerdo con las leyes de la perspectiva. En el exterior, en cambio, donde se trata de coordinar las masas y no los espacios vacíos, los triángulos esféricos -más esbeltos aquí porque son apuntados- se muestran como tensas membranas rosadas entre la carcasa potente de las nervaduras de mármol blanco que conducen el movimiento de masas del edificio hasta la airosa linterna que corona la cúpula.

Esta cúpula no es ya la expresión colectiva del sentimiento religioso de la comunidad, sino la expresión individual de un artista que interpreta el sentimiento colectivo. La cúpula no se limita a concluir un edificio de otra época, sino que lo redefine, lo adopta, transforma su significación.

Arnolfo había concebido la catedral como un cuerpo longitudinal de tres naves que desembocaban en una tribuna octogonal con ábsides en cada lado, como los pétalos de una flor sobre el tallo. Buscaba, por tanto, el contraste entre la perspectiva recta de las naves y la imprevista expansión radial del espacio. Brunelleschi se propuso equilibrar, con la cúpula, todos estos espacios (masas en el exterior, espacios vacíos en el interior), es decir, transformar en proporcional el edificio concebido en sentido dimensional. Con el amplio cuerpo de la cúpula coordina y concluye los espacios radicales del coro, mientras que con el perfil ogival equilibra en altura el espacio longitudinal de la nave y con la convergencia de las nervaduras define la forma de la cúpula; ésta ya no pesa sobre el edificio, sino que aparece libre y como hinchada en el aire, con la tensión elástica de los paramentos, tensos entre las nervaduras como la tela entre las varillas de un paraguas.

La ciudad no es ya el municipio libre para el que Arnolfo había pensado la catedral en el sitio de la antigua iglesia de Santa Reparata. Es el centro de un pequeño estado, y la cúpula es el pivote de los barrios y las calles de la ciudad, domina y caracteriza el paisaje urbano, pero con el desarrollo en altura y con la amplitud de sus curvas se une al horizonte de las colinas que rodean la ciudad.


 Arte medieval

La caída del Imperio Romano de Occidente marcó el inicio en Europa de la Edad Media, etapa de cierta decadencia política y social, pues la fragmentación del imperio en pequeños estados y la dominación social de la nueva aristocracia militar supuso la feudalización de todos los territorios anteriormente administrados por la burocracia imperial. El arte clásico será reinterpretado por las nuevas culturas dominantes, de origen germánico, mientras que la nueva religión, el cristianismo, impregnará la mayor parte de la producción artística medieval.

 Arte paleocristiano

Se denomina arte paleocristiano al efectuado por los primeros seguidores de esta nueva religión, primero de forma oculta, mientras aún eran perseguidos por el poder imperial, para pasar posteriormente, tras la conversión al cristianismo del emperador romano Constantino, a ser el estilo oficial del Imperio. Las formas clásicas fueron reinterpretadas para servir como vehículo de expresión de la nueva religión oficial, y se produjo una atomización de estilos por zonas geográficas.

 Arte bizantino

Pese a la caída del Imperio Romano de Occidente, en Oriente perduró –conocido como Imperio Bizantino–nota 3 hasta la conquista de Constantinopla en 1453 por los turcos otomanos. Heredero del arte helenístico, el arte bizantino recogió las principales tradiciones artísticas orientales, de las que fue puerta de entrada en Europa, donde el arte bizantino influyó en el arte prerrománico y románico. Se distinguen en el arte bizantino tres «edades de oro»: una primera en el siglo VI, coincidiendo con el reinado de Justiniano; una segunda desde el siglo IX hasta la toma de Constantinopla por los cruzados el 1204; y una tercera en el siglo XIV, con la dinastía Paleólogo.

 Arte islámico

Con la Hégira de Mahoma en 622 surgió una nueva religión, el islamismo, que tuvo una rápida difusión desde el Próximo Oriente por el norte de África, llegando a Europa con la conquista de la Península Ibérica y con la zona de los Balcanes tras la caída del Imperio Bizantino. Con el tiempo, la nueva religión aglutinó a una gran diversidad de pueblos y culturas, siendo su arte el reflejo de esta disparidad, teniendo numerosas manifestaciones y variantes estilísticas según la región donde se produjese. Su principal medio de expresión fue la arquitectura, pues la prohibición religiosa de representar imágenes figurativas supuso una seria traba para la pintura y escultura, que era únicamente de tipo ornamental, con motivos abstractos o geométricos.

 Arte románico

El arte románico representa el primer estilo de carácter internacional de la cultura europea occidental, con una identidad plenamente consolidada tras el paso del latín a las lenguas vernáculas. De carácter eminentemente religioso, casi todo el arte románico estaba dirigido a la exaltación y divulgación del cristianismo. Surgido a mediados del siglo XI, se desarrolló fundamentalmente durante el siglo XII, a finales del cual empezó a coexistir con el incipiente gótico. En el románico culminaron los diversos estilos producidos por el prerrománico, a la vez que se denota la influencia oriental del arte bizantino.

 Arte gótico

El arte gótico se desarrolló entre los siglos XII y XVI, época de gran desarrollo económico y cultural. El fin de la época feudal supuso el afianzamiento de los estados centralizados, con mayor predominio de las ciudades sobre el campo, al tiempo que un sector cada vez mayor de la sociedad tenía acceso a la cultura, que dejó de ser patrimonio exclusivo de la Iglesia. El auge de las universidades comportó un aumento de los estudios científicos, filosóficos y literarios, sentando las bases de la cultura moderna.


 Arte Antiguo

Puede llamarse así a las creaciones artísticas de la primera etapa de la historia, iniciadas con la invención de la escritura, destacando las grandes civilizaciones del Próximo Oriente: Egipto y Mesopotamia. También englobaría las primeras manifestaciones artísticas de la mayoría de pueblos y civilizaciones de todos los continentes. En esta época aparecieron las primeras grandes ciudades, principalmente en cuatro zonas delimitadas por grandes ríos: el Nilo, el Tigris y el Éufrates, el Indo y el Río Amarillo.

Uno de los grandes avances en esta época fue la invención de la escritura, generada en primer lugar por la necesidad de llevar registros de índole económica y comercial. El primer código escrito fue la escritura cuneiforme, surgida en Mesopotamia alrededor del 3500 a.C., practicada en tablillas de arcilla. Estaba basada en elementos pictográficos e ideográficos, mientras que más adelante los sumerios desarrollaron un anexo silábico para su escritura, reflejando la fonología y la sintaxis del idioma sumerio hablado. En Egipto se desarrolló la escritura jeroglífica, con una primera muestra en la Paleta de Narmer (3100 a. C.). La lengua hebrea fue una de las primeras que utilizó como método de escritura el alfabeto (abyad, alrededor del 1800 a. C.), que relaciona un único símbolo a cada fonema; de aquí derivan los alfabetos griego y latino.


 Arte Egipcio    

El arte egipcio es, indudablemente, la manifestación artística que más ha subyugado al hombre moderno. Iniciado alrededor del 3.000 a.C., el arte egipcio perduró hasta la conquista de Alejandro Magno, si bien su influencia persistió en el arte copto y bizantino.

La civilización egipcia no sólo creó una arquitectura, escultura y pintura de impresionante belleza, sino también toda una cultura que ha hecho soñar a investigadores, literatos y personas corrientes, donde se funde lo histórico, lo mítico y lo misterioso.

El arte egipcio es un arte que está muy relacionado con el medio en el que se desarrolla. Este medio influye en diferentes aspectos: por un lado el medio geográfico determina una cultura cerrada que hace un arte impermeable a influencias exteriores, que va a evolucionar poco y cuando lo va a hacer va a ser sobre sus propias formas debido a la falta de comunicación con el exterior.

Por otro lado, el medio va a determinar unos materiales que nos indican una despreocupación por la vida terrestre y un deseo de eternizar la moral del difunto y del dios, por lo que el arte muchas veces está en función de templos y tumbas. Esto está relacionado con los dos factores determinantes del arte que también vienen dados por el medio: la monarquía y la religión.

Así, el faraón (y los nobles) y los sacerdotes van a ser los principales clientes. Se trata de un arte aúlico y oficial, que se desarrolla en virtud de la religión fundamentalmente, y a ésta está vinculado el faraón. No es por tanto un arte autónomo.

El arte egipcio está siempre sometido a unas normas, por esto es muy semejante y monótono, tan homogéneo. Es un arte estereotipado en el que se valora más la precisión del acabado que la originalidad. Además, tienen un gran carácter simbólico y mágico.

Los artistas egipcios van a perder en líneas generales en el anonimato, aunque se conocen algunos artistas ya del Imperio Antiguo, aunque son más los que se conservan del Imperio Nuevo. De los artistas los más considerados son los arquitectos, que se relacionan con los clientes. Sin embargo, los pintores y escultores son considerados como simples artesanos.

 Arquitectura                                                                                                                                                                               
 La arquitectura egipcia se caracteriza por su monumentalidad y colosalismo; sus construcciones no están hechas a proporción humana, sino divina y son excesivamente grandes y pesadas. La arquitectura está vinculada a la religión ya que es un símbolo del poder religioso y de amor al faraón, considerado un dios.
También presenta una estrecha relación con el medio geográfico. Egipto es pobre en madera, pero dispone de abundantes canteras de piedra lo que determinó que el material constructivo utilizado sea la piedra tallada de forma regular, en sillares enormes, colocados sin mezcla, para dar a sus edificios la mayor duración posible.

La arquitectura es arquitrabada, con cubierta plana (adintelada), formada por bloques de piedra grandes, lo que propicia una arquitectura con predominio de líneas rectas, verticales y horizontales. Los elementos de soporte son el muro (muy grueso y en talud) y la columna, inspirada en la vegetación y cuyas formas son variadísimas:palmiforme, lotiforme, papiriforme o hathórica -una mujer con orejas de vaca- También hay columnas protodóricas precedentes de las griegas. Apenas quedan restos de las ciudades debido a la pobreza de los materiales utilizados- paja y adobe.

Destacan los monumentos funerarios, con tres tipologías principales: la mastaba, tumba de forma rectangular; la pirámide, que puede ser escalonada (Saqqarah) o de lados lisos (Gizeh); y los hipogeos, tumbas excavadas en el suelo o en paredes de precipicios (Valle de los Reyes).

La otra gran edificación es el templo, conjuntos monumentales precedidos de una avenida de esfinges y dos obeliscos, un acceso con dos pilonos o muros trapeciales, un patio hípetro, una sala hipóstila y el santuario.Destacan los templos de Karnak, Luxor, Filae y Edfú.
 
 Pirámides de Guiza
 Las construcciones funerarias del Imperio Antiguo más famosas son las pirámides, destinadas a enterramiento de los faraones y su familia. La primera fue la pirámide escalonada del faraón Zoser, en Saqqara, construida en piedra por superposición de seis mastabas; es el centro de un recinto funerario rectangular con otras construcciones, obra del célebre arquitecto Inhotep.

Las pirámides más famosas son las de los faraones Keops, Kefrén y Mikerinos, de la IV dinastía ( 2700 a 2500 a. de C.) en el complejo funerario de Gizeh. Realizadas en sillares de piedra, colosales (la de Keops mide 146 metros de altura) y laberínticas para hacerlas inaccesibles. Las pirámides asombran por su solidez constructiva; es la única de las siete maravillas de la Antigüedad que permanece en pie.

A partir del Imperio Medio (2050-1800 a. de C.) y especialmente durante el Imperio Nuevo (1580- 1070 a. de C) los faraones pasaron a enterrarse en hipogeos en el Valle de los Reyes. Son tumbas reales excavadas en la roca, con galerías y cámaras decoradas con pinturas y relieves. En Beni- Hassán hay ejemplos pertenecientes a las dinastías XI-XII.

Este tipo de pirámides es la etapa que conduce, en la fase última de evolución, hacia las pirámides clásicas, de caras lisas, de la Dinastía IV (c. 2500 a. C.); las más célebres son las pirámides de Keops(2570 a. C.), Kefren(2540 a. C.), y Micerino(2510 a. C.), erigidas en la meseta de Guiza, cerca de El Cairo.

 La construcción

Las pirámides muestran, para su época, el gran conocimiento de los técnicos egipcios y la capacidad organizativa necesaria para construir tales monumentos con medios muy simples; pero nada parece indicar que hiciera falta una tecnología superior a la que disponían los egipcios representada por "ingenios" de madera, trineos e, hipotéticamente, usando la rueda, en forma de rodillos de madera y rampas.

No se sabe con certeza cómo se construyeron las pirámides, pues no han perdurado documentos de su época que lo describan. Además, se utilizaron diversos materiales (piedra escuadrada, piedra sin tallar, adobe) y variadas técnicas en la construcción de sus núcleos (apilamiento de bloques, muros resistentes conformando espacios rellenos de cascotes, etc.).

La hipótesis más aceptada es la siguiente: previamente se procedía a aplanar el terreno rocoso, y excavar canales para inundarlos de agua y así poder marcar líneas de nivel con las que se preparaba una superficie horizontal. Después se rellenaban los surcos. A continuación se excavaba la cámara subterránea y se comenzaba la edificación. La mayoría de los bloques de piedra eran cortados en canteras próximas al lugar de construcción. Se transportaban otros de las canteras del sur del país con ayuda de gigantescas barcazas. Los bloques se colocaban a continuación sobre trineos y se arrastraban hasta su emplazamiento definitivo.

Aquí otro documental

 Esfinge
La Gran Esfinge de Guiza es una monumental escultura que se encuentra en la ribera occidental del río Nilo, en la ciudad de Guiza, unos veinte kilómetros al sudoeste del centro de El Cairo. Los egiptólogos estiman que fue esculpida c. siglo XXVI a. C., formando parte del complejo funerario del rey, durante la dinastía IV de Egipto.

Los lugareños la llamaban Abu el-Hol «Padre del Terror», corrupción de la expresión copta bel-hit, que se aplica a quien manifiesta su inteligencia en los ojos y que traduce la denominación egipcia hu o ju, que significa el guardián o vigilante.

 Su elaboración                     

La Gran Esfinge se realizó esculpiendo un montículo de roca caliza situado en la meseta de Guiza. Tiene una altura de unos veinte metros, midiendo el rostro más de cinco metros. La cabeza podría representar al faraón Kefrén, teniendo el cuerpo la forma de un león. En épocas antiguas estaba pintada en vivos colores: rojo el cuerpo y la cara, y el nemes que cubría la cabeza con rayas amarillas y azules. Sus dimensiones aproximadas son: 57 metros de longitud y veinte de altura.

 Culto                                    

Se construyó un templo frente a la estatua, datado en el Imperio Antiguo, y otro más al norte, junto a la esfinge, durante el Imperio Nuevo, como lugares de ofrendas a la "imagen viviente". Kefrén erigió un templo en la zona sur, que está comunicado con su pirámide mediante una larga avenida procesional. Gozó de veneración y culto por los egipcios desde la antigüedad, especialmente durante el Imperio Nuevo.

Fue identificada con el dios extranjero Horum, y con el dios egipcio Horus como Hor-em-Ajet, o Harmajis, "Horus en el horizonte". En lengua árabe la denominaron Abu el-Hol "Padre del Terror". El epíteto dado por los egipcios a las esfinges era shesep-anj, "imagen viviente".

 Restauraciones                     

Se tiene constancia de restauraciones desde la dinastía XVIII, durante el Imperio Nuevo. Los estratos calizos inferiores se descomponen fácilmente con la humedad del ambiente, pero la arena arrastrada por los vientos del desierto cubrió su cuerpo periódicamente, protegiéndola de la erosión durante siglos.

En el siglo XXI prosigue la restauración de los desperfectos originados por la erosión.

  Arte Griego                                                   


En Grecia se desarrollaron las principales manifestaciones artísticas que han marcado la evolución del arte occidental. Tras unos inicios donde destacaron las culturas minoica y micénica, el arte griego se desarrolló en tres periodos: arcaico, clásico y helenístico. Caracterizado por el naturalismo y el uso de la razón en medidas y proporciones, y con un sentido estético inspirado en la naturaleza, el arte griego fue el punto de partida del arte desarrollado en el continente europeo.

En arquitectura destacaron los templos, donde se sucedieron tres órdenes constructivos: dórico, jónico y corintio. Eran construcciones en piedra, sobre un basamento (krepis), con o sin pórtico (o con pórtico delante y detrás, es decir, anfipróstilo), con o sin columnas (que pueden ser frontales, laterales, o pueden rodear todo el edificio, en cuyo caso se denomina períptero), y coronados generalmente en forma de frontón, donde destaca el friso, decorado generalmente con relieves escultóricos. Destaca especialmente el conjunto de la Acrópolis, con el templo dórico del Partenón y los jónicos del Erecteión y la Niké Áptera. Otras obras de relevancia fueron el Teatro de Epidauro y la Linterna de Lisícrates, y se desarrolló el urbanismo de la mano de Hipodamo de Mileto.

En escultura predominó la representación del cuerpo humano, basado en la armonía de las proporciones. En época arcaica se dieron formas rígidas y esquemáticas, de gran expresividad, destacando por un tipo de sonrisa cercano a la mueca, llamada «sonrisa eginética» por tener su mayor representación en las figuras del Templo de Afaia en Egina. También son típicos de esta época las estatuas de atletas desnudos (kouros) y de muchachas vestidas (kore).

En el siglo V a.C. (el llamado «siglo de Pericles») se instauró el clasicismo, llevando a la perfección el canon en las proporciones del cuerpo humano, con mayor naturalismo y un estudio anímico en la expresión de la figura representada. Destacó especialmente la obra de Mirón, Fidias y Policleto.

En una segunda fase clasicista, se rompió la serenidad naturalista en aras de enfatizar la expresión, que resulta más trágica y angustiosa, como percibimos en la obra de Escopas, Praxíteles y Lisipo.

Por último, en el periodo helenístico la proporción y la armonía dan paso al recargamiento y la sinuosidad, al dinamismo violento de la forma y la expresión patética del sentimiento, como en el Laocoonte y el Toro Farnesio, si bien persisten las formas clásicas en obras como la Venus de Milo y la Victoria de Samotracia.

La pintura se desarrolló sobre todo en la cerámica, en escenas cotidianas o de temática histórica o mitológica. Se suele establecer dos épocas, en función de la técnica utilizada en la confección de cerámica pintada: «figuras negras sobre fondo rojo» (hasta el siglo VI a.C.) y «figuras rojas sobre fondo negro» (desde el siglo VI a. C.). Aunque no han llegado numerosas muestras hasta la actualidad, se tiene constancia por fuentes históricas del nombre de varios famosos pintores griegos, como Zeuxis, Apeles, Parrasio, Eufranor, Polignoto, etc.

 Arquitectura en Grecia

La Arquitectura en la Antigua Grecia es aquella que se desarrolló en la Grecia de la antigüedad, desde el primer milenio a.C. hasta el siglo II a.C. Reviste particular importancia para la historia de toda la arquitectura occidental.

La arquitectura griega sienta las bases de lo que será la arquitectura del mundo occidental durante siglos. La codificación de la edad arcaica en tres órdenes estéticos conforme a los cuales construyeron los antiguos griegos (dórico, jónico y corintio) se convertiría con el helenismo en un lenguaje compartido por todo el mundo mediterráneo.

 Materiales

Los materiales frecuentemente empleados en la arquitectura griega fueron la madera, para soportes y techos; ladrillo sin cocer para las paredes, especialmente de casas; la piedra caliza y el mármol, para columnas, muros y porciones elevadas de los templos y edificios públicos; la terracota, para ornamentos; y metales, especialmente el bronce, para detalles decorativos. Los arquitectos de la época arcaica y clásica usaron estos materiales constructivos para edificios: religiosos, cívicos, domésticos, funerarios y recreativos. El adobe se reservaba para las construcciones más pobres y sin importancia.

Finalmente, no puede olvidarse que el aspecto general de los edificios era distinto al que se ve actualmente, ya que se pintaban con colores brillantes, de rojo, de azul, de tal manera que llamaban la atención no sólo por su estructura, sino también por su policromía.

 Orden dórico

El orden Dórico es el más primitivo y simple de los órdenes arquitectónicos clásicos, es el orden griego por excelencia. Cuanto más antiguo, arcaico, más torpe, dando sensación de robustez , cuanto más tardío, más esbelto y proporcionado es; logrando así la armonía y belleza clásica. Se empleó en la Grecia continental desde el siglo VII a. C. y en el sur de Italia. El Partenón, templo dedicado a Atenea en la Acrópolis de Atenas, es sin duda el máximo exponente de este estilo arquitectónico. Simboliza fuerza, heroicidad; utilizado sobre todo con este simbolismo en el Renacimiento.

 Se caracteriza por las siguientes peculiaridades:

No utiliza basa; el fuste de la columna descansa directamente sobre el estilóbato, que es el escalón superior del estereóbato, una plataforma con escalones cuyo borde escalonado se conoce como crepidoma.
  
El fuste es de sección circular, corto y poco esbelto. El tamaño total de la columna nunca sobrepasa los dieciséis módulos, siendo normalmente el del fuste de entre ocho y trece módulos. Está acanalado por 20 estrías cuya yuxtaposición forma aristas vivas. Su diámetro no es constante, sino que va disminuyendo con la altura más acusadamente cuanto más arriba, éntasis, que produce la sensación de un ligero abombamiento en la parte central.

Las dimensiones de las columnas se refieren al módulo, que es la medida del radio en la base de la columna (donde es mayor).

 El capitel está integrado por tres piezas:

El ábaco es una pieza prismática similar a un tablero de planta cuadrada que soporta directamente la estructura horizontal del edificio.
El equino, cuya geometría es la de una figura convexa de revolución, se expande hacia la parte superior con un sentido de transición entre las dimensiones del extremo del fuste y las del ábaco de mayor tamaño.
El collarino: es una prolongación del fuste, separado por una fina acanaladura.
En el orden dórico griego hay una entalladura, de sección triangular, bajo el equino, ya en el fuste. Es el collarino. En el orden dórico romano el collarino es un tambor cilíndrico interpuesto entre el equino y el fuste, a modo de prolongación de éste y separado de él por una moldura horizontal.

 El entablamento está compuesto por:

El arquitrabe, una especie de viga gruesa y lisa que recorre toda la alineación de columnas.
El friso decorado por una alternancia de triglifos y metopas. Los triglifos pueden ser una reminiscencia de las cabezas de las vigas de madera de similar escuadría que, cargando sobre el arquitrabe (en su origen también de madera) formarían el entramado estructural de cubrición. Su apariencia es estriada en vertical. Las metopas exhiben bajorrelieves de variados temas ornamentales.
La cornisa remata el orden formando un saledizo que generalmente cuenta con una moldura de tipo cimacio.

 Orden jónico

El orden jónico es el segundo, en sentido cronológico, de los órdenes arquitectónicos clásicos que tuvo su origen hacia el siglo VI a. C. en la costa oeste de Asia Menor y en las islas Cícladas, archipiélago situado al sureste de Grecia en el Mar Egeo.
Más esbelto y airoso que el orden dórico, ha dejado abundantes muestras de su estilo, de las que, como ejemplo más canónico, cabe destacar el Templo de Atenea Niké en la Acrópolis de Atenas.

 Se caracteriza por las siguientes peculiaridades:

La columna va dotada de basa. Se trata de una pieza de apoyo compuesta por tres molduras: dos boceles circulares o medios toros y una escocia intercalada entre ambos. En ocasiones, esta basa apoya a su vez sobre un plinto, pieza prismática de planta cuadrada de poco espesor.
  
El fuste es de sección circular, y suele presentar un ligero éntasis o gálibo. Está acanalado por 24 estrías separadas entre sí por finos filetes longitudinales. El tamaño total de la columna suele ser de dieciocho módulos y el del propio fuste de dieciséis. Frecuentemente, el fuste acaba en un collarino, y a la separación entre ellos se le llama astrágalo.

El capitel es el elemento más representativo de este orden y se reconoce por las dos volutas o espirales con que se adorna. Forman parte del equino que se completa con otros ornamentos en forma de ovas y dardos. El capitel se remata con un estrecho ábaco rectangular.
  
 El entablamento mide generalmente un quinto del orden total. Está formado por:

El arquitrabe, que se muestra usualmente descompuesto en tres bandas horizontales superpuestas y escalonadas.
El friso es una banda continua (sin metopas ni triglifos) adornada con una sucesión de figuras en relieve. Carga directamente sobre el arquitrabe.
La cornisa coronada por el alero forma un saledizo que generalmente cuenta con una moldura de tipo cimacio.

 Orden Corintio

El orden corintio es el más elegante y ornamentado de los órdenes arquitectónicos clásicos. Se atribuye su creación al escultor griego Calímaco en el siglo IV a. C. En lo esencial es similar al orden jónico, del que difiere básicamente en la forma y tamaño del capitel. Una de las construcciones más destacables ejecutadas según las pautas estilísticas del orden corintio es el monumento de Lisícrates en Atenas, levantado hacia 334 a. C.

 Se caracteriza por las siguientes peculiaridades: 


La columna va dotada de basa. Se trata de una pieza de apoyo compuesta por tres molduras: dos boceles circulares o medios toros y una escocia intercalada entre ambos que puede ir adornada por unos listeles. En ocasiones, esta basa apoya a su vez sobre un plinto, pieza prismática de planta cuadrada de poco espesor.

El fuste es de sección circular y presenta un ligero éntasis. Está acanalado por 24 estrías separadas entre sí por finos filetes longitudinales. El tamaño total de la columna suele ser de veinte módulos y el del propio fuste de dieciséis y dos tercios.

El capitel es el elemento más representativo de este orden y se reconoce por su apariencia de campana invertida o cesta de la que rebosasen las hojas de acanto, cuyos tallos dan lugar a una especie de volutas o espirales (caulículos) en las cuatro esquinas.
  
 El entablamento mide generalmente un quinto del orden total. Está formado por:
  
El arquitrabe, que se muestra usualmente descompuesto en tres bandas horizontales superpuestas y escalonadas (fasciae).
El friso es una banda continua (sin metopas ni triglifos) adornada con una sucesión de figuras en relieve. Carga directamente sobre el arquitrabe.
La cornisa coronada por el alero forma un saledizo que generalmente cuenta con una moldura de tipo cimacio.

 Acrópolis de Atenas

La Acrópolis de Atenas puede considerarse la más representativa de las acrópolis griegas. La acrópolis era, literalmente, la ciudad alta y estaba presente en la mayoría de las ciudades griegas, con una doble función: defensiva y como sede de los principales lugares de culto.

La de Atenas está situada sobre una cima, que se alza 156 metros sobre el nivel de mar.

La entrada a la Acrópolis se realiza por una gran puerta llamada los Propileos. A su lado derecho y frontal se encuentra el Templo de Atenea. Una gran estatua de bronce de Atenea, realizada por Fidias, se encontraba originariamente en el centro. A la derecha de donde se erigía esta escultura se encuentra el Partenón o Templo de Atenea(la Virgen). A la izquierda y al final de la Acrópolis está el Erecteión, con su célebre tribuna sostenida por seis cariátides. En la ladera sur de la Acrópolis se encuentran los restos de otros edificios entre los que destaca un teatro al aire libre llamado Teatro de Dioniso, donde estrenaron sus obras Sófocles, Aristófanes y Esquilo.

La mayoría de los grandes templos fueron reconstruidos bajo el liderazgo de Pericles durante la Edad Dorada de Atenas (460-430 a. C.). Durante el siglo V a. C., la Acrópolis adoptó su forma definitiva.


 Partenón

 Pericles confió la dirección de las obras de la Acrópolis al escultor Fidias. Ictino y Calícrates fueron los arquitectos del Partenón, sobre los cimientos de otro antiguo templo de grandes proporciones, denominado Prepartenón o Hecatompedón, del que existen pocos datos seguros y que había sido destruido por los persas. La construcción se alargó durante quince años, del 447 a.C. al 432a.C.
El interior estaba dividido en dos salas independientes, con la entrada por cada fachada opuesta del edificio. La sala oriental era la más grande, dividida por columnas dóricas en tres naves y era donde se encontraba la escultura de Atenea de Fidias. En la sala occidental, con cuatro columnas en el centro de estilo jónico, se guardaba el tesoro de la diosa, y recibía el nombre de Partenón, es decir, la sala de las vírgenes. La fachada principal está orientada hacia oriente, el punto por donde sale el Sol, como es habitual en todas las construcciones religiosas de la antigüedad. Constaba de ocho columnas en sus dos fachadas principales y diecisiete en los laterales que rodeaban todo el templo, dejando un pasillo o deambulatorio que permitía a la población bordear completamente el templo durante sus celebraciones religiosas.
En el exterior, en una superficie de 6,54 metros por 30,87 metros, y columnas de una altura de 10,43 metros, presenta como todos los templos griegos una escalinata compuesta por tres escalones que rodea completamente la base: los dos primeros escalones inferiores se denominan estereóbatos y el escalón superior, estilóbato.

Es un templo de orden dórico, que fue proyectado con ligeras correcciones con la finalidad de contrarrestar los efectos ópticos de la perspectiva, es decir, todas las líneas aparentemente rectas en realidad se esculpieron ligeramente curvas, para obtener más armonía, efecto que fue descubierto por el arquitecto inglés Penrose, en el año 1847.

Este edificio permaneció casi intacto hasta el año 1687, cuando quedó medio destruido por una explosión durante la guerra venetoturca. Se cree que las esculturas de Fidias estaban realizadas en arcilla o yeso, para que después sus alumnos las pasaran a mármol. El frontón de la fachada occidental representa la lucha de Atenea y de Poseidón para conseguir el patronazgo de la ciudad. Pausanias cuenta que las esculturas del frontón oriental representaban el nacimiento de Atenea de la cabeza de Zeus. De hecho, los frontones son conocidos por dibujos del siglo XVII y por copias antiguas.

La novedad arquitectónica del Partenón es el friso interior que recorre el muro de la nave, un lugar que ningún edificio dórico había empleado para decoración. Tiene una longitud de 160 metros, 105 cm de altura y 5,6 cm en los lugares de máxima profundidad del relieve. Estaba realizado en mármol del monte Pentélico, a 19 km de la Acrópolis. El friso lo formaban 378 figuras humanas y 245 de animales representando la procesión de las fiestas de las Panateneas.

Estaba policromado: el color de las metopas era rojo como el de los frisos, el frontón era azul y a las figuras se les pintaba los ojos y los cabellos. De las 92 metopas originarias sólo se conservan 19, algunas en el mismo templo y otras en el Museo Británico, ya que la mayoría fueron destrozadas cuando el templo se convirtió en iglesia cristiana. Las metopas del lado norte representaban la toma de Troya; las del este, la lucha de los dioses con los gigantes; las del sur, la centauromaquia y las del este, una batalla entre griegos y Amazonas.

El Partenón alojaba la gran estatua de la diosa Atenea Partenos, que realizó Fidias. Esta escultura era de oro y marfil (criselefantina) y de quince metros de altura con pedestal. Estaba vestida con el peplo y encima la égida; sobre la cabeza tenía un casco cubierto con figuras simbólicas y estaba armada con lanza y escudo en actitud de reposo; en una mano sostenía la imagen de la Victoria alada de tamaño natural. El antiguo historiador Pausanias hizo una descripción de la estatua:

 Erecteión

 Su construcción se inició en el año 421 a. C., durante la tregua de la Paz de Nicias en la Guerra del Peloponeso, reemplazando el antiguo templo arcaico de Atenea que había sido destruido por los persas durante las Guerras Médicas.

Está formado por un edificio central con planta irregular, adecuado al desnivel del terreno, que comprende dos partes sin comunicación entre ellas: al este es un santuario dedicado a Atenea de tipo hexástilo, con unas columnas de orden jónico; al oeste está formado por dos capillas con doble culto: una a Erecteo y Poseidón y la otra a Hefesto y Butes. En el acceso a estas salas se encontraba la fuente de agua salada que supuestamente Poseidón hizo brotar con un golpe de su tridente durante la disputa con Atenea. Tiene una stoa en la parte norte, con columnas y en la parte sur es donde se encuentra la Tribuna de las Cariátides, con seis columnas con figura de mujer de 230 cm de altura, realizadas por Calímaco, un ayudante de Fidias. Las que se pueden ver in situ son copias de las cinco que se encuentran en el Museo de la Acrópolis y de una sexta que hay en el Museo Británico.

El Erecteión mostraba un friso que recorría los lados del edificio, formado por figuras de mármol montadas sobre lápidas de piedra calcárea negra de la ciudad de Eleusis. Se ha conservado una lápida de la segunda etapa de su construcción, donde se pueden leer los 130 nombres de los trabajadores y su paga, un dracma griego diario, que era la misma que la que recibía el arquitecto.








 Templo de Atenea Niké

Al lado sur de los Propileos se encuentra el templo de Atenea Niké (Atenea victoriosa) o Niké Aptera (Victoria sin alas). La construcción encargada al arquitecto Calícrates data del año 421 y el 410 a.C. Este monumento emplazado en la entrada de la Acrópolis quería simbolizar que, una vez sin alas, la diosa no se movería de Atenas.

El naos consta de una planta casi cuadrada de 418 cm x 3178 cm, con el pronaos de cuatro columnas y cuatro más en el opistodomos, todas de orden jónico.

El friso que recorre todo el templo tuvo una decoración alusiva a las Guerras Médicas, con los frontones dedicados a la diosa Atenea. En el parapeto del bastión se añadió en el año 410a. C. una decoración con grandes relieves, donde se aprecia la escuela de Fidias, por ejemplo en los pliegues de la ropa, que se adapta al cuerpo de las representaciones de las «victorias», las cuales están representando con gestos cotidianos como desatándose una sandalia o subiendo a un carruaje.

El templo actual es una reconstrucción realizada en los años 1936 a 1940 por Nikolaos Balanos y Anastasios Orlandos, con el propósito de solucionar algunos problemas estructurales.

 Teatro de Dioniso

 Desde la segunda mitad del siglo V a. C., una de las más importantes creaciones arquitectónicas es el teatro y uno de los ejemplos más importantes de este tipo de edificios es el Teatro de Dioniso, construido durante el siglo IV a. C.

El teatro constaba de una parte trasera donde se cambiaban de indumentaria. Los espectadores se colocaban cerca de un lugar descampado, lugar donde se acostumbraban a construir los teatros. A finales del siglo V a. C. fueron substituidas las primitivas plataformas de mármol por graderías de piedra. En la parte central de las primeras gradas había 67 asientos que fueron realizados posteriormente, en mármol decorado y estaban reservados para los sacerdotes y reyes.









 Escultura de la Antigua Grecia

La escultura de la Antigua Grecia alcanzó el ideal de la belleza artística hasta donde pudo llegar por sí solo el ingenio humano. Aunque Grecia floreció en todas las Bellas Artes, ninguna le distingue tanto como la escultura.

Cultivó el arte de la Antigua Grecia todos los géneros de escultura, adoptando con predilección el mármol y el bronce como material escultórico y tomando como asuntos principales los mitológicos y los guerreros a los cuales añadió en su última época el retrato de personajes históricos.

Forman su característica en los mejores tiempos del Arte (los de Fidias) la expresión de la realidad idealizada, la regular proporción orgánica, el alejamiento de lo vago y monstruoso, la precisión en los contornos y detalles, la armonía y belleza en las formas y la finura en la ejecución.

 División de la escultura

Los cuatro períodos arqueológicos que tras un prolongado silencio artístico siguieron al micénico se distinguen del siguiente modo:
1.    El período de formación, desde aproximadamente el 620 a.C. Al 540 a.C.
2.    El período arcaico, desde el 540 a.C. Al 460 a.C.
3.    El período de perfección o clásico, hasta finales del siglo IV a.C.
4.    El período de difusión, que algunos llaman de decadencia, después de Alejandro Magno hasta la conquista de Grecia por roma, de 323 a. C. a 146 a.C.

 Período de formación

En el primer período después de los rudimentarios ídolos de madera llamados xoanon, planos por delante y por detrás y redondeados en los bordes, descubiertos en Delos (atribuidos al mítico Dédalo) y después de las primeras estatuas de mármol de tosco labrado y a modo de columnas, va recorriendo el arte un camino de progreso que empieza en las escuelas jónico-asiáticas de Samos y Quíos (islas de Asia Menor) y sigue en la dórica Sición (Peloponeso) a principios del siglo VI. Las jónicas se distinguen por cierta elegancia y simetría en el plegado de los paños como es de ver en las diferentes Ártemis (o Dianas primitivas) que son obras principales de dichas escuelas. La dórica, por la robustez y el aspecto varonil de sus figuras y unas y otras por los reflejos de la tradición asiática en que debieron inspirarse, imitando modelos de procedencia oriental, traídos por el comercio. No obstante, en la escuela dórica se hace menos visible el influjo asiático y se revela ya por el espíritu de independencia sobre todo, en la talla de sus Apolos desnudos y de aspecto varonil. En los relieves de este periodo se advierte por lo general la misma técnica de los asirios arriba mencionada.

 Periodo arcaico

El segundo período se caracteriza por la independencia que el arte griego, ya formado, va realizando respecto de imitaciones orientales y por el tipo atlético dado a sus estatuas que en su gran parte representan a los vencedores en los juegos olímpicos aunque se llamen Apolos.

En la escultura griega arcaica se mantienen aún los rasgos hieráticos y rígidos con composiciones geométricas y cerradas respetando la ley de frontalidad. Se creó un convencionalismo formal de la figura tendente a su geometrización con los brazos rectos y pegados al cuerpo (a excepción de las mujeres con brazos en posición de ofrendas), la anatomía muscular marcada de forma esquemática y un pelo largo y recto con corte rectangular que enmarca unos ojos almendrados y una orejas en forma de voluta que recordarían al orden jónico arquitectónico. Las vestimentas de las mujeres eran policromadas y con motivos geométricos.

 Período clásico

El tercer período señala el apogeo de la escultura, siendo Fidias el héroe que a mediados del siglo V a.C. la llevó a su esplendor. Pero antes forman una especie de transición los escultores Cálamis y Mirón los cuales vencen la rigidez del anterior periodo dando a las figuras delicadeza y gracia el primero y expresión de movimiento el segundo. Fidias, condiscípulo de Mirón en la escuela de Agéladas (de Argos), se celebra como escultor de los dioses pues nadie como él en el mundo antiguo supo dar a sus creaciones artísticas actitud noble y serena y sello de lo divino sin que le hiciera falta para ello el simbolismo. Obras suyas fueron entre otras:

 Periodo Helenístico

El cuarto período que es el de difusión se llama también alejandrino y helenístico por corresponder a la época de helenismo abierta por Alejandro Magno.
En él, las escuelas salen de Grecia y figuran principalmente en Pérgamo, Rodas, Tralles, Antioquía y Alejandría, distinguiéndose por su realismo, alguna exageración en las actitudes, predilección por las escenas trágicas o dolorosas y cultivo por el retrato. Son muy celebrados el grupo de Laoconte y sus hijos de la escuela de Rodas, que hoy se halla en el Museo del Vaticano

 Cerámica griega

La cerámica griega incluye lo que comúnmente se conoce como vasos griegos o pintura de vasos griegos. Nacida en el Oriente Próximo, el arte de la cerámica alcanzó en la Antigua Grecia un alto nivel de calidad artística. Constituye un testimonio fundamental sobre la vida y la cultura de los antiguos griegos.


Se conservan numerosos ejemplares de vasos y probablemente representa un parte ínfima de la producción: más de 50.000 vasos provenientes de Atenas subsisten. Por otra parte, los otros objetos han sido destruidos, por el tiempo o por la mano del hombre, o para su reutilización. Aunque sea fácil destruir un vaso, es muy difícil hacerlo totalmente: los fragmentos pueden aún hablar.












 Arte Romano


Con un claro precedente en el arte etrusco, el arte romano recibió una gran influencia del arte griego. Gracias a la expansión del Imperio Romano, el arte clásico grecorromano llegó a casi todos los rincones de Europa, norte de África y Próximo Oriente, sentando la base evolutiva del futuro arte desarrollado en estas zonas.

La arquitectura destacó por su carácter práctico y utilitario: grandes ingenieros y constructores, los romanos destacaron en arquitectura civil, con la construcción de carreteras, puentes, acueductos y obras urbanísticas, así como templos, palacios, teatros, anfiteatros, circos, termas, arcos de triunfo, etc. Al sistema arquitrabado griego añadieron el uso del arco y la bóveda, con el empleo de sillería, ladrillo y mampostería. Utilizaron los órdenes griegos, al que añadieron el orden toscano, de fuste liso y capitel con collarino y equino rematado en un ábaco cuadrado.

La escultura, inspirada en la griega, se centró igualmente en la figura humana, aunque con más realismo, no les importaba mostrar defectos que eran ignorados por la idealizada escultura griega.

Un género muy difundido fue el retrato, con gran detallismo y fidelidad en los rasgos, perceptible en el uso del trépano para producir claroscuro y en el hecho de grabar las pupilas. Más idealizados son los retratos de los emperadores, realizados en tres versiones: togata, como patricio; thoracata, como militar; y apoteósica, como divinidad. Destacó especialmente el relieve, en temas históricos o religiosos, como vemos en el Ara Pacis de Augusto, en el Arco de Tito y en la Columna Trajana.

La pintura es conocida sobre todo por los restos hallados en Pompeya, donde se perciben cuatro estilos: el de incrustación, que imita el revestimiento en mármol; el arquitectónico, llamado así por simular arquitecturas; el ornamental, con arquitecturas fantásticas, guirnaldas y amorcillos; y el fantástico, mezcla de los dos anteriores, con paisajes imaginarios, variadas formas arquitectónicas y escenas mitológicas. También destacó el mosaico, en opus sectile, de formas geométricas, u opus tesellatum, con pequeñas piezas que forman escenas figurativas, como El sacrificio de Ifigenia en Ampurias o La batalla de Isos en Nápoles.

 Arte Mesopotamia


El arte mesopotámico se desarrolló en la zona comprendida entre los ríos Tigris y Éufrates (actuales Siria e Irak), donde desde el IV milenio a. C. se sucedieron diversas culturas como los sumerios, acadios, amorritas, asirios, caldeos, etc. La arquitectura se caracteriza por el empleo del ladrillo, con un sistema adintelado y la introducción de elementos constructivos como el arco y la bóveda. Destacan los zigurats, grandes templos de forma escalonada piramidal, de los que prácticamente no nos han llegado vestigios, excepto algunos basamentos. La tumba solía ser de corredor, con cámara cubierta de falsa cúpula, como algunos ejemplos hallados en Ur. También destacaron los palacios, conjuntos amurallados con un sistema de terrazas a modo de zigurat, otorgando gran importancia a las zonas ajardinadas (los jardines colgantes de Babilonia son una de las siete maravillas del mundo antiguo).

La escultura se desarrolló en talla exenta o relieve, en escenas religiosas o de caza y militares, con la presencia de figuras humanas y animales reales o mitológicos. En época sumeria se dieron pequeñas estatuas de formas angulosas, con piedra de color o pasta en los ojos, en figuras sin cabello, con las manos en el pecho.

De la escultura asiria destacan las figuras antropomórficas de toros o genios alados, que flanqueaban las puertas de los palacios, así como los relieves con escenas de guerra o caza, como el Obelisco negro de Salmanasar III.

Con la aparición de la escritura surgió la literatura, como medio de expresión de la creatividad del ser humano. En la literatura sumeria destaca el Poema de Gilgamesh, del siglo XVII a. C. Se escribieron una treintena de mitos sobre las divinidades sumerias y acadias más importantes, entre los que destacan: el descenso de Inanna a los infiernos y los generados en torno a los dioses Enki y Tammuz. Otra muestra de relevancia es el poema Lugal ud melambi Nirpal (Los trabajos de Ninurta), cuyo contenido es de tipo didáctico y moral. En época acadia destaca el Atrahasis, sobre el mito del diluvio. En la literatura babilónica es de remarcar el poema Enûma Elish, sobre la creación del mundo.

 Introducción | Prehistoria

Se le llama Arte Prehistórico a toda manifestación artística realizada desde la aparición del Homo Sapiens hasta la invención de la escritura aproximadamente el el 3.300 a. C.

En un comienzo las mayoría de las manifestaciones se traducía en diversos utensilios para el uso cotidiano; posteriormente fueron surgiendo otras manifestaciones artísticas propias de sociedades que poco a poco se van complejizando y adaptando otros sistemas de vida.

Las obras que se desarrollaron en este período, no eran concebidos como simples obras de arte, sino mas bien como objetos e imágenes que poseían una función definida. Las imágenes están hechas para protegerles contra otras fuerzas que son, en su concepto, tan reales como las de la naturaleza. Pinturas y estatuas -en otras palabras- son empleadas con fines mágicos.



 Paleolítico

En el paleolítico (25.000-8000 a. C.), el hombre se dedicaba a la caza y vivía en cuevas, elaborando la llamada pintura rupestre. Tras un período de transición (mesolítico, 8000-6000 a. C.), en el neolítico (6000-3000 a. C.) se volvió sedentario y se dedicó a la agricultura, con sociedades cada vez más complejas donde va cobrando importancia la religión, y comienza la producción de piezas de artesanía. Por último, en la llamada Edad de los Metales (3000-1000 a. C.), surgen las primeras civilizaciones protohistóricas.

El paleolítico tuvo sus primeras manifestaciones artísticas alrededor del 25.000 a. C., teniendo su apogeo en el periodo magdaleniense (±15.000-8000 a. C.). Los primeros vestigios de objetos creados por el hombre aparecen en el sur de África, el Mediterráneo occidental, Europa central y oriental (Mar Adriático), Siberia (Lago Baikal), la India y Australia. Estos primeros vestigios son generalmente utensilios de piedra trabajada (sílex, obsidiana), o bien de hueso o madera. Para la pintura utilizaban rojo de óxido de hierro, negro de óxido de manganeso y ocre de arcilla. Su principal medio expresivo era la pintura rupestre, desarrollada principalmente en la región franco-cantábrica: son pinturas de carácter mágico-religioso, en cuevas, de sentido naturalista, con representación de animales, destacando las cuevas de Altamira, Tito Bustillo, Trois Frères, Chauvet y Lascaux.

En escultura, destacan las llamadas venus, representaciones femeninas que seguramente servían de culto a la fecundidad, destacando la Venus de Willendorf. Otras obras representativas de esta época son el denominado Hombre de Brno, el Mamut de Vogelherd y la Venus de Brassempouy.

En la prehistoria surgieron las primeras formas rudimentarias de música y danza: diversos fenómenos naturales y la modulación de la propia voz humana hicieron ver al hombre primitivo que existían sonidos que resultaban armónicos y melodiosos, y que afectaban a las emociones, al estado anímico de las personas. Al tiempo, la danza, el movimiento rítmico, supuso una forma de comunicación corporal que servía para expresar sentimientos, o para ritualizar acontecimientos importantes (nacimientos, defunciones, bodas). En principio, música y danza tenían un componente ritual, celebrados en ceremonias de fecundidad, caza o guerra, o de diversa índole religiosa. Pronto el ser humano aprendió a valerse de objetos rudimentarios (huesos, cañas, troncos, conchas) para producir sonidos, mientras que la propia respiración y los latidos del corazón sirvieron para otorgar una primera cadencia a la danza.

 Análisis de obra pictórica: Cueva de Altamira




El descubrimiento de las pinturas de la Cueva de Altamira en 1879 por D. Marcelino Sanz Sautuola significó el descubrimiento del arte rupestre paleolítico, y de su manifestación más espectacular. Bisontes, caballos, ciervos, manos y misteriosos signos, pintados y grabados, son la expresión de los habitantes de la Cueva hace 15.000 años durante el Paleolítico Superior. La Cueva de Altamira es Patrimonio de la Humanidad desde 1985.

Hace 15.000 años. Zona norte de la Península Ibérica. En el interior de una caverna un artista anónimo pinta un bisonte en el techo de una zona recóndita. A la entrada de la cueva, el clan hace las tareas diarias al amor de una hoguera. Fuera, el frío es intenso, todo está cubierto de hielo, estamos en la última glaciación.

Hace 13.000 años aproximadamente. Un desprendimiento de rocas cierra la entrada de la cueva y la aísla totalmente del exterior. Las pinturas quedan sumidas en el silencio y la oscuridad por siglos. En 1879 Marcelino Sanz de Sautuola, estudioso cántabro aficionado a la arqueología y descubridor de otras cuevas, visita la cueva de Altamira con su hija María de 10 años. Mientras el padre excava el suelo en busca de evidencias arqueológicas, la niña exclama: “¡¡ Mira papá, bueyes !!”. Marcelino le responde: “no son bueyes, ¡son bisontes!”. Inmediatamente los relaciona con la prehistoria y el hombre del cuaternario.

Éste fue uno de los mayores descubrimientos arqueológicos de la historia. Sautuola dató las pinturas en el Paleolítico Superior, periodo magdaleniense. La élite de prehistoriadores franceses se le echó encima acusándole de falsario por decir que eran tan antiguas y le llegaron a acusar de haberlas pintado recientemente . Emìle Cartailhac fue uno de estos prehistoriadores que criticó y atacó con saña a Marcelino asegurando que el hombre prehistórico no tenía la técnica suficiente para realizar unas pinturas tan perfectas como las de Altamira, además, el colorido no podía ser tan nítido después de tantos años. Sólo un científico defendió la tesis de Marcelino sobre la antigüedad de las pinturas, fue el geólogo español Juan Vilanova. Ambos sufrieron enormemente las burlas y ataques de los científicos franceses y algunos españoles.

Veinte años después del descubrimiento de Altamira comienzan a sucederse los descubrimientos de cuevas con pinturas rupestres similares en el sur de Francia. Ya no es posible seguir negando lo evidente: los bisontes de Altamira son auténticos y fueron realizados por el hombre prehistórico en el Paleolítico Superior. Pero para Marcelino ya era demasiado tarde, había muerto hacía algún tiempo y el reconocimiento llegaba con retraso. Cartailhac publica “Mea culpa de un escéptico” donde, de forma elegante y caballerosa, reconoce su error y honra la figura de Marcelino Sanz de Sautuola.

 La técnica

El artista de Altamira graba primero sobre la pared de la cueva la figura deseada con una piedra afilada. Posteriormente pinta sobre lo grabado, marcando el contorno en negro con carbón vegetal. El relleno va en ocre logrado a partir de óxido de hierro en polvo. Utiliza agua para diluir los pigmentos y los aplica o con la mano o con un tampón de materia vegetal o bien por soplado (aerografía) con un hueso hueco de ave y proyectándolos como si de una cerbatana se tratara. El pintor se ilumina con lámparas de tuétano, que dan una luz intensa y limpia y no ennegrecen las paredes. La humedad natural de la cueva fija y mantiene la frescura de los colores.

Los animales representados son bisontes, renos, mamuts, caballos, ciervos, cabras, etc. Algunos ya están extinguidos de Europa pues eran propios de clima frío. En Altamira concretamente, los bisontes son el animal más numeroso y aparecen de pie, mugiendo, echados, con la cabeza vuelta, etc. Casi todos están concentrados en el espectacular techo de 18 x 9 metros. El artista los pinta muy realistas, con muchos detalles (hocico, ojos, cuernos, pelaje, sexo, pezuñas, rabo, etc.), los conoce muy bien en su anatomía y comportamiento ya que los caza para comérselos. En un alarde de perfeccionismo, el pintor aprovecha los salientes naturales de la roca para pintar encima los bisontes y obtener un realismo absoluto con la sensación de relieve que se produce. Además de los bisontes, Altamira cuenta con caballos, jabalíes, cabras y una monumental cierva de 2,25 mts.

 Interpretación

Desde siempre nos ha intrigado el sentido y el propósito de las pinturas rupestres paleolíticas. Primero se pensó en el “arte por el arte”, las figuras decorarían las cuevas dónde vivían. No obstante, las zonas pintadas son recónditas, de difícil acceso y contemplación. Más creíble parece la hipótesis de la “Magia de Caza”, es decir, el artista pintaría los animales que después cazaría el clan. Muchos bichos tienen armas clavadas o les faltan partes de sus cuerpos (en Altamira hay bisontes sin cabeza); sería tal vez una especie de vudú para propiciar la caza, de cuyo éxito dependía la supervivencia del clan.

Existen también signos misteriosos en las paredes de las cuevas cuyo significado desconocemos, podrían ser trampas, laberintos o alusiones sexuales a la fertilidad y fecundidad. Otro motivo pictórico son las manos en positivo o en negativo (poner la mano sobre la pared y pintar encima, al quitarla queda el negativo). El techo de polícromos de la cueva de Altamira tenía originalmente una altura de 1 metro sobre el suelo, el artista trabajaría por tanto en incómodas posturas.

 Características

En el arte rupestre franco-cantábrico (sur de Francia y Cornisa Cantábrica española) las pinturas son polícromas, no forman escenas sino que son animales independientes y a veces superpuestos. Casi no aparece la figura humana. No se representa movimiento, las figuras son muy realistas y cada cueva muestra cierta especialización en una determinada especie (Altamira bisontes). Las figuras están en lugares apartados y recónditos. Todo indica que las cuevas eran como santuarios dedicados a ritos mágicos para propiciar la caza. Probablemente el brujo era el propio pintor. Ante estos prodigiosos bisontes, llenos de elegancia y de fuerza, fruto de una enorme maestría e imaginación, cabe preguntarse si los hombres del paleolítico eran, como algunos piensan, brutos, toscos y salvajes.

 Análisis de obra escultórica: Venus de Willendorf

La Venus de Willendorf, es una estatuilla antropomorfa femenina de 20.000 ó 22.000 años de antigüedad. La obra lleva el nombre del sitio a la vera del Danubio donde fue descubierta en 1908 por el arqueólogo austriaco Josef Szombathy.

Es una figura obesa, de vientre abultado y enormes senos. Esta imagen de la mujer gorda que esta completamente desnuda también era usual en las esculturas egipcias, griegas y babilónicas del Período Neolítico. Es la más conocida de las venus paleolíticas.

La figura de esta mujer desnuda, de unos 11,1 centímetros de alto, 5,7 de ancho y 4,5 de espesor con 15 centímetros de circunferencia y regordeta, fue esculpida monolíticamente en piedra caliza oolítica, que no es local en la región, pintada con ocre rojo. El conjunto respeta la ley de frontalidad aunque la cabeza parece "mirar" ligeramente hacia el seno mamario derecho. Parece ser una representación convencional, no realista, ya que su abdomen, vulva, nalgas y mamas son extremadamente voluminosos (en las nalgas: esteatopigia), de donde muchos estudiosos han deducido una fuerte relación con el concepto de la fertilidad. Los brazos, muy frágiles y casi imperceptibles, se doblan sobre los senos; y no tiene una cara visible, estando su cabeza cubierta de lo que pueden ser trenzas, un tipo de peinado o una capucha, la cabeza se encuentra inclinada hacia adelante. El abdomen posee un notorio hueco que figura al ombligo. El abultado pubis se expande sobre los gruesos muslos. Aunque las piernas son anatómicamente muy acertadas las rodillas están juntas y los pies que no han sido representados (o se han perdido) estarían separados, terminando la escultura a la altura de los tobillos.

 Interpretación

Muy poco se sabe de su origen, método de creación o significado cultural. El apodo con el que es conocida (Venus) causa rechazo a algunos estudiosos actuales que no consiguen ver en esta figura con características de obesidad la imagen clásica de la belleza. Christopher Witcombe, profesor de la Sweet Briar College, en Virginia, por ejemplo, sugiere que «la identificación irónica de estas figuras con “ideales de belleza prehistóricos” satisfizo algunos conceptos corrientes (en la época en que se descubrió), sobre lo que era el hombre primitivo, sobre las mujeres y sobre el sentido estético». Otros autores tienen muchas reticencias en identificarla como la Madre Tierra de la cultura europea del Paleolítico Superior debido a que es imposible encontrar pruebas sobre este tipo de especulaciones. Algunos sugieren que su corpulencia representa un elevado estatus social en una sociedad cazadora-recolectora y que, además de la obvia referencia a la fertilidad, la imagen podía ser también un símbolo de seguridad, de éxito y de bienestar.

Los pies de la estatua no están esculpidos de forma que se mantenga en pie por sí misma. Por esa razón, se cree que fuera usada para ser llevada por alguien en vez de ser sólo observada, pudiendo ser sólo un amuleto. Hay quien defiende la hipótesis de que podría ser insertada en la vagina, en rituales de fertilidad.

 Conservación

La Venus forma parte de la colección del Naturhistorisches Museum, en Viena. Esta es una de las "venus" más famosas, junta con la venus de Venus de Laussel y de Grimaldi.

En agosto de 2008 el correo austríaco emitió un sello postal conmemorando el 100° aniversario de su descubrimiento.Se celebró con mucho entusiasmo ya que fue un momento especial.

 Neolítico
Este período –iniciado alrededor del 8000 a. C. En el Próximo Oriente– supuso una profunda transformación para el antiguo ser humano, que se volvió sedentario y se dedicó a la agricultura y la ganadería, surgiendo nuevas formas de convivencia social y desarrollándose la religión. En la pintura levantina –datada entre el mesolítico y el neolítico– se dio la figura humana, muy esquematizada, con notables ejemplos en El Cogul, Valltorta, Alpera y Minateda. También se dio este tipo de pintura en el norte de África (Atlas, Sáhara) y en la zona del actual Zimbabue. La pintura neolítica solía ser esquemática, reducida a trazos básicos (el hombre en forma de cruz, la mujer en forma triangular). Son de destacar igualmente las pinturas rupestres del Río Pinturas en Argentina, especialmente la Cueva de las manos.

En arte mobiliar se produjo la llamada cerámica cardial, decorada con impresiones de conchas (cardium), y apareció el arte textil. Se manufacturaron nuevos materiales como el ámbar, el cristal de roca, el cuarzo, el jaspe, etc. En esta época aparecieron los primeros vestigios de poblados con una planimetría urbanística, destacando los restos hallados en Tell as-Sultan (Jericó), Jarmo (Irak) y Çatalhöyük (Anatolia).





 Anáslisis de obra Pictórica: Cueva de las manos                 


La Cueva de las Manos es un sitio arqueológico y de pinturas rupestres que se encuentra en el profundo cañadón del río Pinturas, al oeste de la provincia de Santa Cruz (Argentina).

Su interés radica en la belleza de las pinturas rupestres, así como en su gran antigüedad: hasta el momento, las inscripciones más antiguas están fechadas en el 7350 a. C. Se trata de una de las expresiones artísticas más antiguas de los pueblos suramericanos y ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

La Cueva de las Manos pertenece a una serie de sitios arqueológicos americanos, como Monte Verde (Chile), Pedra Furada (Brasil), y Piedra Museo (Argentina), entre otros que están cuestionando la tradicional teoría del poblamiento tardío de América, para sostener una teoría del poblamiento temprano (pre-Clovis).

Otro asentamiento cercano fue ubicado en Los Toldos, también en la provincia de Santa Cruz, con restos que datan de 10.500 a. C.

 Otros datos

A pesar de que la cueva es conocida por viajeros occidentales desde el siglo XIX (siendo el primero el perito Moreno), las investigaciones arqueológicas se iniciaron en los años sesenta. Éstas demostraron que los antiguos habitantes vivían de la caza y la recolección de animales, y de vegetales silvestres. Además de encontrar las famosas manos «pintadas» también se encuentran formas como círculos, óvalos, figuras estrelladas, entre muchas más.

Es de común error que se diga que las manos están pintadas sobre la roca. Las manos no fueron pintadas sino estarcidas sobre la piedra. Esto significa que aquellos antiguos habitantes apoyaban la palma de la mano sobre el techo o pared de la cueva y luego la cubrían de pintura.

 Características

La principal cueva está tallada por la erosión en los elevados paredones que acompañan al valle del río Pinturas en el noroeste de la provincia de Santa Cruz; tal cueva posee varios aleros, y presenta en su interior pinturas rupestres realizadas durante un extenso período que va desde 9.400 antes del presente.

En tales pinturas se observan figuras que reproducen elementos relacionados con la vida cotidiana de antiguos pueblos cazadores recolectores. De todas ellas las más célebres y antiguas son las siluetas en negativo de las manos (se han contado 829), en ciertos casos superpuestas. Tales siluetas fueron realizadas por antiguos métodos de aerografía (el material cromático se aplicaba en forma de aerosol soplado a través de los huecos medulares de pequeños huesos de animales).

Asimismo, se pueden observar siluetas de animales (principalmente guanacos y choiques) principales componentes de la dieta de los antiguos pueblos, es frecuente que se muestren escenas de la caza colectiva de estos animales.

En cuanto a la representación de la figura humana, ésta también se encuentra aunque en menor frecuencia y con formas lineales. Son más comunes los motivos geométricos (principalmente espirales) que estarían representando simbólicamente a las hoy ignotas deidades.

Los gama de colores dominante es la que implica al rojo, ocre, amarillo, verde, blanco y negro. Se los confeccionaba con frutos, plantas y rocas molidas. También ―por magia contagiosa (según la clasificación de Fraser)― se utilizaba la sangre de los animales cazados.

Los temas responden a tres períodos distintos; el más antiguo ―y menos abstracto― es rico en escenas de caza; en el período intermedio sobresalen las manos que se encuentran acompañadas secundariamente por la representación de animales aislados; en el último período la temática preponderante es la de motivos geométricos con significado misterioso.

Estas obras de arte fueron descubiertas para la cultura occidental en 1876 por el explorador argentino Francisco Pascasio Moreno.

 Significado

El significado de tales representaciones es actualmente hipotético, aunque casi sin duda alguna formaría parte de un ritual con elevado componente mágico (se supone un intento de «unión mística» entre los participantes y las fuerzas telúricas, la otra hipótesis ―menos firme― es la que sugiere la intención de perpetuidad de quienes dejaron la huella de sus manos), también existen impresiones en positivo de las manos (es decir, logradas mediante el apoyo en las paredes de la palma de las manos teñidas con pintura).

 Edad de los Metales

La última fase prehistórica es la llamada Edad de los Metales, pues la utilización de elementos como el cobre, el bronce y el hierro supuso una gran transformación material para estas antiguas sociedades. En el llamado calco-lítico surgió el megalitísmo, monumentos funerarios en piedra, destacando el dolmen y el menhir, o el cromlech inglés, como en el magnífico conjunto de Stonehenge.

En España se formó la cultura de Los Millares, caracterizada por la cerámica campaniforme y las representaciones humanas de figuras esquemáticas de grandes ojos. En Malta destacó el conjunto de templos de Mudajdra, Tarxien y Ggantija. En las islas Baleares se desarrolló una notable cultura megalítica, con diversas tipologías de monumentos: la naveta, tumba en forma de pirámide truncada, con cámara funeraria alargada; la taula, dos grandes piedra colocadas una vertical y otra encima horizontal; y el talayot, torre con una cámara cubierta de falsa cúpula.

En la Edad del Hierro destacaron las culturas de Hallstatt (Austria) y La Tène (Suiza). La primera se dio entre los siglos VIII y V a. C., caracterizada por las necrópolis con tumbas de túmulo, con cámara mortuoria de madera en forma de casa, a menudo acompañada de un carro de cuatro ruedas. La cerámica era polícroma, con decoraciones geométricas y aplicaciones de adornos metálicos. La Tène se desarrolló entre los siglos V y I a. C., ligada a la cultura celta. Destacó por sus objetos en hierro (espadas, lanzas, escudos, fíbulas), con diversas fases de evolución (La Tène I, II y III), que al final de esta era recibió las influencias griega, etrusca y del arte de las estepas.

 Megalitísmo

El término megalitísmo procede de las palabras griegas mega (μεγας), grande y lithos (λιθος), piedra. Aunque en sentido literal podemos encontrar construcciones megalíticas en todo el mundo, desde el Japón a los gigantes de la Isla de Pascua, en sentido estricto muchos autores únicamente denominan megalitísmo al fenómeno cultural focalizado en el Mediterráneo occidental y la Europa atlántica, que se inicia desde finales del Neolítico y dura hasta la Edad del Bronce, caracterizado por la realización de diversas construcciones arquitectónicas hechas con grandes bloques de piedra escasamente desbastados llamados megalitos. Así, según estos investigadores, cuando hablamos de megalitismo no deberíamos incluir las construcciones ciclópeas correspondientes a otras dinámicas culturales como las del Bronce egeo, las baleáricas o las sardas, ni mucho menos las de Egipto o Polinesia.

Grandes monumentos megalíticos se hallan diseminados por buena parte de Europa occidental, pero los focos más importantes se encuentran en Bretaña, sur de Inglaterra e Irlanda, y sur de España y Portugal.

Este fenómeno se identifica esencialmente con la construcción de tumbas monumentales del tipo dolmen (en bretón mesa de piedra), en cuyo interior se fueron enterrando sucesivamente a los fallecidos de un grupo humano, apartándose cuidadosamente los huesos de los anteriores difuntos (enterramientos colectivos). Los dólmenes pueden ser simples o de corredor, en galería o cistas y la mayoría estuvieron inicialmente cubiertos por un túmulo de tierra o piedras que, actualmente, suele haber desaparecido en su mayor parte. Además de los dólmenes, dentro del contexto megalítico podemos encontrar otra tipología constructiva no funeraria denominada menhir, monolito hincado en el suelo que puede aparecer aislado, formando alineaciones (en Carnac) o círculos (henges, como Stonehenge). También abundan los crómlech o círculos de piedras más o menos grandes que rodeaban el túmulo de un dolmen, los tholoi, los falsos dólmenes y las cuevas artificiales.

 Contexto

El fenómeno megalítico solamente se puede explicar en el marco de los profundos cambios producidos a raíz de la progresiva neolitización del occidente europeo. Estos cambios, de carácter económico y social, fueron la consecuencia del paso de unas economías depredadoras, basadas en la caza y la recolección, a otras productoras, basadas en la agricultura y la ganadería. Así, las poblaciones afectadas comenzaron a considerar la tierra en la que vivían y de la que se nutrían como propia. La acumulación de excedentes y la necesidad de una organización mayor provocó la aparición de sociedades segmentarias (o tribus), y, posteriormente, las primeras jefaturas. Estas sociedades (más complejas que las bandas paleolíticas) fueron, bajo la tutela de los chamanes (que detentaban el poder espiritual y simbólico), las responsables de la construcción de tales obras.

Este proceso se puede observar al realizar una lectura sociológica de los enterramientos: los enterramientos colectivos sin claras diferenciaciones son interpretados como propios de sociedades segmentarias "igualitarias", mientras que los que registran agrupaciones y ajuares desiguales corresponderían a sociedades jerarquizadas dirigidas por un jefe.

Los monumentos megalíticos han sido interpretados como centros simbólicos y/o rituales de las poblaciones de su entorno, de las cuales hay muy pocos datos: unas pocas cabañas dispersas de madera o piedra, acumulaciones de sílex, fosas y hogares, son las evidencias halladas. La excepción la constituye el interesante poblado de Skara Brae, en las islas Orcadas (Escocia). También se han encontrado en el norte y noroeste de Europa ciertos recintos delimitados por fosos sucesivos, terraplenes y empalizadas, denominados campos atrincherados, que funcionarían, posiblemente, como espacios rituales complementarios de los megalitos.

El megalitísmo es obra de pueblos que aún no conocen la escritura ni las técnicas arquitectónicas avanzadas, como las que empezaban a practicar las civilizaciones contemporáneas de Mesopotamia o Egipto. No hay que olvidar que bastantes monumentos megalíticos son posteriores a la construcción de los zigurats mesopotámicos o las grandes pirámides egipcias.

 Proceso de construcción
El proceso constructivo de un megalito comenzaba en la cantera donde se extraían los grandes bloques de piedra.
De allí se transportaban (1) sobre troncos y ramas hasta el lugar elegido para la erección del monumento. En este lugar se dejaban caer los bloques verticales en un estrecho hoyo previamente excavado (2) y después se ajustaban hasta dejarlos en posición vertical, tras lo cual se rellenaba el hoyo para fijarlos firmemente. En el caso de los menhires el proceso quedaba terminado, pero para la erección de un dolmen se continuaba con la tarea más difícil, consistente en colocar el bloque o bloques horizontales. Para ello se hacían terraplenes a ambos lados de los ortostatos, hasta alcanzar la misma altura que éstos. A través de estos terraplenes se transportaba el bloque horizontal (3) hasta dejarlo colocado correctamente, tras lo cual se cubría todo de tierra, dando lugar al túmulo (4). Tal hipótesis de construcción ha sido comprobada en la práctica por varios equipos de investigación, entre ellos el de J.P. Mohen, que en 1979 construyó en Francia un dolmen valiéndose de doscientos hombres y cuya losa superior tenía un peso de 32 toneladas.

Estudios realizados en Wessex, en el sur de Inglaterra, mostraron que construir la fase final de Stonehenge exigió unos 30 millones de horas de trabajo, llevadas a cabo por una mano de obra procedente de toda la región. Para el gran túmulo de Silbury Hill, en la misma región, se necesitaron 18 millones de horas y fue levantado en sólo dos años, según su excavador. Cada uno de los henges menores de Wessex supuso del orden de un millón de horas de faena, o lo que sería lo mismo, 300 personas trabajando un año entero.

 Tipologías

Sus tipos básicos son el menhir y el dolmen, pero su agrupamiento, la combinación de ambos o una mayor complejidad, dan lugar a una tipología más variada en la que encontramos alineamientos (como el de Carnac, en Francia), cromlech (como el Stonehenge, en Inglaterra) y dólmenes de corredor y cámara, abundantes en Andalucía como es el caso de Valencina (Matarrubilla, La Pastora, Ontiveros, Montelirio), Trigueros (Soto) o Antequera (Menga, Viera y El Romeral).

La palabra menhir procede del bretón, idioma en el que significa "piedra larga" (de men o maen = piedra e hir = larga). Consiste un único megalito (monolito) hincado en el suelo verticalmente y no se le puede adjudicar un uso claramente funerario. A veces se presentan agrupados en hileras, dando lugar a un alineamiento como el de Carnac; también pueden presentarse formando círculos constituyendo entonces un crómlech, cuyos ejemplos más sofisticados son los henges de Inglaterra.

Stonehenge, Wiltshire, Gran Bretaña, es una de las estructuras megalíticas mejor conocidas del mundo.

Más complejo que el menhir es el dolmen, término procedente también del bretón que significa «mesa de piedra» (de dol = mesa y men = piedra). El dolmen está formado por dos o más ortostatos sobre los que se apoya una losa colocada horizontalmente. En España son abundantes, destacando entre otros los de Dombate (Galicia), Sakulo (Navarra), Laguardia y Eguilaz (Álava), Tella (Aragón), Pedra Gentil (Cataluña) y Tapias (Extremadura), todos ellos en España.

Una variedad más compleja de este último tipo es el dolmen de corredor y cámara, que consta de un pasillo o galería que conduce hasta una o dos cámaras. Tanto el pasillo como la cámara pueden presentar un plano regular o irregular; los de pasillo regular llevan a una cámara también regular, y bien diferenciada, de forma circular (como ocurre en el caso de El Romeral) o cuadrada (Viera), que también puede estar cubierta no por megalitos sino por una falsa bóveda, como ocurre en Los Millares (Almería). A veces aparece una cámara secundaria y más pequeña situada en el mismo eje longitudinal de la edificación y comunicada con la principal mediante otro corto pasillo (El Romeral). En los de plano irregular no hay separación clara entre pasillo y cámara, pareciendo ésta un mero ensanchamiento del pasillo; a diferencia de los regulares su cubierta es adintelada y está formada por grandes megalitos (Menga). En todos los casos este tipo de construcciones estuvieron recubiertos por un túmulo de tierra de varios metros de diámetro, como colinas artificiales, que les dan aspecto de cueva, motivo por el que, a veces y popularmente, se les denomina "cuevas", como ocurre en Antequera.

 Dolmen

Un dolmen, que en bretón quiere decir mesa grande de piedra, es una construcción megalítica consistente por lo general en varias losas (ortostatos) hincadas en la tierra en posición vertical y una losa de cubierta apoyada sobre ellas en posición horizontal. El conjunto conforma una cámara y está rodeado en muchos casos por un montón de tierra de sujeción o piedras que cubren en parte las losas verticales, formando una colina artificial túmulo, distinguible como marca funeraria.

Estas estructuras se dan en Europa Occidental, sobre todo en la franja atlántica, y fueron construidas durante el Neolítico final y el Calcolítico. Su función atribuida suele ser la de sepulcro colectivo, pero también se cree que puede ser una forma de reclamar un territorio y reforzar la identidad grupal, dada la poca entidad de los poblados neolíticos en tránsito a los calcolíticos y que prepara las ciudades de época del bronce.

Los modelos sencillos de dólmenes consisten en dos o más piedras verticales y encima una horizontal, ejercicio de destreza constructiva monumental sin par. Generalmente se acompaña de otras piedras en los alrededores de grandes dimensiones.

Cuando al dolmen se le añade un pasillo que lo conecta con el exterior se le llama tumba de corredor a la manera de avenida para desfilar el cortejo funerario, cuya cámara puede estar construida con ortostatos (grandes losas) mediante una falsa cúpula hecha con lajas de piedra o haber sido excavada en la roca. Es el primer ejemplo de habilidad constructiva al mover enormes bloques con el reto de mantener alzada la estructura.

Un tercer tipo de tumba megalítica es la de galería, más tardía, en la que el corredor no se diferencia de la cámara, y que a veces cuenta con pilares, prototipo posterior de las columnas en los templos, con el fin de sostener las pesadas cubiertas.

 Menhir

Un menhir es la forma más sencilla de monumento megalítico. Consiste en una piedra por lo general alargada, en bruto o mínimamente tallada, dispuesta de modo vertical y con su parte inferior enterrada en el suelo para evitar que caiga.

El término es originario de Francia y resulta de la unión de dos palabras del idioma bretón: men ("piedra") e hir ("larga"). Fue adoptado por los arqueólogos en el siglo XIX.

 Descripción y finalidad

Se denomina menhir a un único megalito prehistórico nada o apenas trabajado. Algunos presentan grabados. Otros están esculpidos, a menudo antropomórficamente, aunque en este caso cabe hablar de estelas o ídolos y no de menhires en sentido estricto. Su tamaño varía, desde pequeñas rocas que sólo se distinguen de otras piedras por formar parte de alineamientos o crómlecs, hasta algunos monolitos bretones (Kerloas, Champ-Dolent, Grand Menhir Brisé) con una altura de más de 10 metros.

Se desconocen los significados rituales concretos que inspiraron el alzamiento y disposición de los menhires neolíticos, formulándose en torno a ello conjeturas más o menos elaboradas y con mayor o menor rigor científico. Sólo sabemos con seguridad que eran, como otros monumentos similares de la época, construcciones funerarias. A sus pies suelen hallarse tumbas con restos o cenizas de difuntos, cerámicas, etc. Los grandes conjuntos megalíticos serían necrópolis y los menhires habrían desempeñado el papel de lápidas vinculadas a la conmemoración y el culto de los antepasados. Ciertos menhires podrían haber sido tributos a las divinidades o, en el caso de los menhires esculpidos, representaciones de las mismas.

Caso aparte son ciertos menhires europeos cristianizados cuyas cruces y/o escenas bíblicas talladas muestran cómo esta religión asimiló o reutilizó monumentos asociados a épocas y creencias anteriores.

 Distribución

Abundan en Europa como consecuencia del fenómeno histórico del megalitismo, pero su extensión geográfica es prácticamente universal: India, Siria, el Cáucaso, Crimea, costa septentrional del mar Negro, Bulgaria, China, Japón, Mongolia, Rusia, Polinesia, norte de África, España, Portugal, Francia, Gran Bretaña, suroeste de Suecia, Dinamarca, Holanda, Bélgica, norte de Alemania, Australia (megalitos aborígenes), Colombia, Argentina,Venezuela etc. En Italia sólo se encuentran en la provincia de Otranto y no existen en Grecia.

 Crómlech

Un crómlech o crónlech es un monumento megalítico formado por piedras o menhires clavados en el suelo y que adoptan una forma circular o elíptica, cercando un terreno. Está difundido por Gran Bretaña y por la Bretaña francesa, así como en la Península Ibérica, Dinamarca y Suecia.

En castellano también reciben los nombres compuestos de círculo de piedras, anillos de piedras o círculo megalítico.

 Etimología

La palabra crómlech proviene del inglés, que la adquirió del antiguo galés. Está formada por crwm, «curvado» (crom en femenino), y lech, «piedra plana», y significa «piedra plana (colocada en) curva».

Un crómlech es un monumento mégalitico formado por varias decenas de menhires plantados en círculo. Hay menhires dispuestos de forma rectangular, como en Bretaña en el «cuadrilátero de Crucuno», pero el hecho de no ser una disposición circular hace que no sean crómlech estricto sentido.

 Características principales

Estos círculos de piedras podían estar aislados, pareados con otro círculo de piedras o asociados a alineamientos de menhires. El crómlech más conocido y más importante es el crómlech de Stonehenge, en Inglaterra.

Se cree que inicialmente los crómlech fueron sólo monumentos funerarios que rodeaban a dólmenes o túmulos y que, más tarde, pudieron convertirse en recintos sagrados y, en algunos casos, en una especie de templos. Estas son hipótesis mantenidas por científicos cuyas investigaciones sobre el megalitismo sólo se pueden apoyar en datos arqueológicos y no sobre fuentes escritas.

Los crómlech son mucho más escasos que los otros monumentos megalíticos, como los dólmenes, menhires, etc. La mayoría parecen datar, especialmente en Europa, de la edad del bronce (entre el siglo XXVI a.C. y el sigloI X a.C.- 2500 a.C a 1000 a. C.). Los harrespil (como el de Bilheres, en Aquitania, en los Pirineos Atlánticos) siguieron utilizándose durante la edad del hierro. Si embargo se encuentran algunos más antiguos, que se han podido datar gracias a los objetos neolíticos (especialmente cerámica) encontrados, como en el islote de Er Lannic, en el golfo de Morbihan en Bretaña.

Los crómlech se encuentran por todo el mundo, desde la India hasta Inglaterra, en Escandinavia, en Cabilia y en América. No parece que se les pueda imputar un simbolismo único. Los skibsaetninger nórdicos (sepulturas colectivas recubiertas por piedras formando el casco de un barco, y que pueden contener cientos de cadáveres), con su forma de barco, tenían seguramente un significado diferente ligado a la mitología nórdica.

 Período de construcción y finalidad

La época de construcción de estos monumentos se ubica en la Prehistoria reciente, con fechas que van desde 3.500 a 2.000 a.C.

Los crómlech, como todos los monumentos megalíticos, eran esencialmente de carácter funerario, es decir, necrópolis. Sin embargo, su peculiar disposición y la extraordinaria monumentalidad y complejidad de algunos de ellos hacen pensar a muchos estudiosos en otro tipo de funciones complementarias, quizá templos o lugares de reunión para la comunidad.

Algunos investigadores llegan a sostener tesis astronómicas, sugiriendo que podrían haber sido observatorios de las estrellas o de los ciclos de la Luna. Estas suposiciones, aunque posibles (por ejemplo en Stonehenge, muy estudiado en este sentido), aún no han sido fehacientemente demostradas y son acogidas con suma prudencia por la comunidad científica.

 Dimensiones

Las dimensiones varían de un sitio a otro. En Francia se pueden visitar crómlech con diámetros superiores a 100 metros (como la Crêperie de Carnac en Bretaña y los de de la Rigalderie y Peyrarines en el Gard). Los menhires que forman los crómlech varían en Francia entre uno y más de tres metros de alto. Algunos crómlech escoceses sobrepasan los cuatro metros de altura.

 Localización geográfica

Hay crómlech notables en las islas británicas, especialmente en Escocia, las Órcadas y en Cornualles y también en Portugal.

Uno de los más famosos del mundo es el de Stonehenge, formado por varios círculos concentricos, y uno de los más antiguos de Europa el de Castlerigg, ambos en Inglaterra.

Fuera del continente europeo, hay círculos de piedras en África (Senegal, Gambia, Ghana, Etiopía Argelia…) pero no pueden considerarse crómlech estricto sentido ya que fueron construídos hace tan sólo algunos siglos. Y, según la definición comúnmente aceptada, los crómlech son siempre construcciones prehistóricas.

En Francia se conocen crómlech en Bretaña (Crómlech de San Pedro en Saint-Pierre-Quiberon, o el de la isla de Gavrinis ambos en el Morbihan, o en los extremos de los Alineamientos de Carnac), en Aquitania y en el Languedoc (en el yacimiento de Causse de Blandas cerca del cirque de Navacelles en el Gard se encuentran tres de los cuatro crómlech de la región). En el País vasco francés hay círculos de piedras de pequeño diámetro (una decena de metros) pero se cree que de hecho sólo son los contornos circulares de antiguos túmulos que han sido arrasados. Hay también un crómlech de unos 70 metros de diámetro en el Petit-Saint-Bernard, en la frontera franco-italiana entre Saboya y el Valle de Aosta.

También hay un crómlech en el plateau des Combes encima de la cham des Bondons Lozère. El más majestuoso de sus menhires se conoce como el menhir de las tres parroquias, debido a su posición geográfica, en los límites de tres iglesias parroquiales del Antiguo Régimen. También se encuentra un crómlech en Sailly-en-Ostrevent, en el Paso de Calais.

En Portugal está el crómlech más importante de la península ibérica, el crómlech neolítico dos Almendres, a unos 12 km al oeste de Évora. Tiene varios recintos, uno de ellos formado por tres círculos de menhires y de unos 18 m de diámetro, y otro ovalado, de 43,6 m de eje mayor por 32 m de eje menor.

 Stonehenge





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Stonehenge es un monumento megalítico, tipo crómlech, de la Edad del Bronce situado cerca de Amesbury, en el condado de Wiltshire, Inglaterra, a unos trece kilómetros al norte de Salisbury.

 La construcción

Stonehenge está conformado por grandes bloques de piedra distribuidos en cuatro circunferencias concéntricas. La exterior, de treinta metros de diámetro, está formada por grandes piedras rectangulares de arenisca que, originalmente, estaban coronadas por dinteles, también de piedra, quedando hoy en día sólo siete en su sitio. Dentro de esta hilera exterior se encuentra otro círculo de bloques más pequeños de arenisca azulada. Éste encierra una estructura con forma de herradura construida con piedras de arenisca del mismo color. En su interior permanece una losa de arenisca micácea conocida como «el Altar». Distribución de rocas según se encuentran a principios del siglo XXI.

Todo el conjunto está rodeado por un foso circular que mide 104 m de diámetro. Dentro de este espacio se alza un bancal en el que aparecen 56 fosas conocidas como los «agujeros de Aubrey». El bancal y el foso están cortados por «la Avenida», un camino procesional de veintitrés metros de ancho y tres kilómetros de longitud, aproximadamente. Cerca se halla la «Piedra del Sacrificio». Enfrente se encuentra la «Piedra Talón». Está compuesto de un gran círculo de grandes megalitos cuya construcción se fecha hacia el 2500 a. C.1 El círculo de arena que rodea los megalitos está considerado la parte más antigua del monumento, habiendo sido datada sobre el 3100 a. C.

En su comienzo era un monumento circular de carácter ritual rodeado por un talud y un foso, de modo similar a muchos otros situados en el sur de Inglaterra.

Finalmente el monumento tomó su aspecto actual, para lo cual transportaron 32 bloques de arenisca desde las montañas de Preseli, al suroeste de Gales y la piedra del «Altar» fue traída desde una región cercana a Milford Haven. Se especula actualmente con la posibilidad de que se hubieran movido utilizando bolas de madera o piedra o cojinetes a modo de rodamientos, y no con troncos como se pensó originalmente.

 El complejo

Stonehenge era parte de un complejo grande, que incluía círculos de piedra y de madera y avenidas ceremoniales. Las excavaciones realizadas por el proyecto Stonehenge Riverside, dirigido por el arqueólogo Mike Parker Pearson de la Universidad de Sheffield, permitieron encontrar muy cerca de Stonehenge, un asentamiento de cerca de mil casas. De acuerdo con las evidencias encontradas, estas casas solamente se usaban unos días al año y no se trataba de una aldea habitada permanentemente.

A poco más de tres kilómetros de Stonehenge, en Durrington Walls, fue encontrado un amplio trabajo circular en el terreno, veinte veces más extenso que Stonehenge, rodeado por una zanja y un banco. Allí estuvo levantada una construcción de madera, ahora denominada Woodhenge, con un diseño similar al de Stonehenge y construida en el mismo siglo. Woodhenge estaba unido al río Avon por una avenida ceremonial construida con piedras.

 Objetivo

La finalidad que tuvo la construcción de este gran monumento se ignora, pero se supone que se utilizaba como templo religioso, monumento funerario u observatorio astronómico que servía para predecir estaciones.

En el solsticio de verano, el Sol salía justo atravesando el eje de la construcción, lo que hace suponer que los constructores tenían conocimientos de astronomía. El mismo día, el Sol se ocultaba atravesando el eje del Woodhenge, donde se han encontrado multitud de huesos de animales y objetos que evidencian que se celebraban grandes fiestas, probablemente al anochecer.

Han sido encontrados 240 enterramientos de restos humanos previamente cremados, datados entre el año 3030 y 2340 a. C.4 Dado el poco número de entierros para un período tan largo, se estima que no se trata de un cementerio para la generalidad de los muertos sino para determinadas personas escogidas. Para los paganos, la piedra era el símbolo de "lo eterno"; servía para marcar o delimitar puntos energéticos terrenales (telúricos) y hasta para albergar espíritus elementales. Así es que Stonehenge podría haber sido utilizada junto con Woodhenge en ceremonias religiosas de culto a los muertos y a la vida, tal vez simbolizada por el círculo de madera.